Los seres humanos nos integramos en grupos con los que, en alguna medida, nos identificamos porque compartimos características que se convierten en signos de identidad del grupo. Y el hablar una misma lengua es la primera de estas características. El solo hecho de que otro individuo hable en la misma lengua que yo abre un espacio común que hace posible la comunicación y la cooperación. A la inversa, el que habla en otra lengua es irremisiblemente "otro", distinto de "nosotros". Desde los más remotos tiempos la lengua ha sido signo primario de identificación y un desencadenante de conflictos entre grupos, y en nuestros días continúa siéndolo. Es cierto que el papel de la lengua como signo de identidad de los grupos étnicos, de los grupos con un origen común, puede ser muy diverso. Para los musulmanes el signo de identidad fundamental es la religión, y la lengua árabe lo es en buena parte como vehículo de la creencia religiosa. Y los judíos han mantenido durante siglos una identidad muy sólida a pesar de haber perdido la lengua común. Y hay etnias nacionales enfrentadas a pesar de que comparten la misma lengua y naciones sólidamente unidas con fuertes diferencias lingüísticas. Pero en conjunto, y a pesar de todas estas variantes, sigue siendo cierto que la lengua es un signo primario de identidad.
Miguel Siguan, Bilingüismo y lenguas en contacto
Miguel Siguan, Bilingüismo y lenguas en contacto
La epidemia de las faltas de ortografía escala hasta la universidad. (Elisia Siló. El País. 7.11.2018)
Los lingüistas achacan los fallos a las redes sociales y la falta de lectura y escritura
Inés Fernández-Ordóñez, miembro de la Real Academia Española (RAE) y catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid, detecta errores de ortografía en su aula. “Es terrible, pero incluso es muy común entre mis alumnos de Filología que pongan faltas. Y, lo peor de todo, no saben redactar. Creo que tiene que ver con que no se lee, faltan prácticas de redacción, dictados…”. Relatos como el de Fernández-Ordóñez, que baja la nota a sus alumnos, explican que la ortografía sea uno de los motivos de que el 9,6% de las plazas de profesor de secundaria hayan quedado desiertas en las oposiciones del pasado julio. Nunca había habido un volumen educativo en España como el actual —el 41% de los jóvenes de 25 a 34 años tiene estudios superiores, frente a un 43% en la OCDE—, pero el nivel ortográfico de los graduados es muy mejorable. Y si los que enseñan cometen fallos, los escolares los repetirán.
El ministro del PP José Ignacio Wert introdujo de forma expresa los dictados en el desarrollo curricular de la Ley Orgánica para la Mejora Educativa (Lomce) en 2013, al igual que hizo Francia con este ejercicio y el cálculo mental. Hay especialistas que sostienen que es leyendo como se ataja el problema de las faltas porque se visualizan los signos, pero los defensores del dictado arguyen que entrena la atención sostenida, la concentración y sirve para descubrir los errores.
EL DILEMA DE LA ESCABECHINA DE SUSPENSOS
Un argumento extendido entre los profesores de secundaria es que no se suspende más a los niños —y no solo por la ortografía— porque la Inspección Educativa actúa y no lo permite. Javier Herrera, de la Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía, asegura que la inspección toma decisiones en contra de los criterios académicos. El año pasado, la Asociación de Inspectores de Educación pidió en el Congreso que se aprobase el bachillerato con un suspenso.
La académica Inés Fernández-Ordóñez se plantea cómo reaccionar ante las faltas y unas redacciones a veces “bastante flojas”. “Si fuésemos estrictos mucha gente no aprobaría. Los niveles de exigencia han bajado mucho. Rafael Lapesa suspendía al 60% de la clase y no pasaba nada, pero ahora eres mal profesor”.
“Creo que muchos profesores de secundaria, y a veces de universidad, pasan por alto en los exámenes las faltas cuando entienden que el contenido es correcto”, se sorprende el académico Ignacio Bosque, catedrático de Lengua en la Complutense. “Yo no lo hago. Es un error hacerlo. No estoy tampoco de acuerdo con dejar pasar las faltas graves de redacción. Algunos profesores piensan que las faltas las corrigen los procesadores de texto, y entienden que la sintaxis es poco importante. Opino lo contrario. Mi maestro, Fernando Lázaro Carreter, decía que si la expresión es pobre, el contenido también lo es, se quiera o no”.
La académica Carme Riera penaliza “muchas faltas” de sus alumnos de Literatura en la Autónoma de Barcelona. “La gente no practica las normas ortográficas, y muchas veces hacen ese trabajo los correctores del teléfono y los correos electrónicos y no se fijan”, sostiene Riera. También lamenta la influencia “nefasta” y continua del inglés.
El docente de Historia Javier Herrera, de la Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía, reconoce que las faltas ortográficas son un problema persistente que sale a relucir en casi todos los claustros, pues su solución debe ser una tarea común de todo el profesorado. En primaria, con la Lomce, se ha aumentado un 20% las clases de Lengua. La clave está en ese periodo educativo. “Nosotros diferenciamos perfectamente de qué centro proceden los niños por su madurez en este campo. Si tuvieron un maestro o maestra que se empeñó en que escribieran bien”, sostiene Herrera.
El prestigio de la lengua
“No todo se consigue con más clases de Lengua, sino con un prestigio social de la buena expresión y la buena escritura. Y el problema viene de que la gente joven, sobre todo, y en redes sociales, escribe voluntariamente mal porque, si no, le mira mal el entorno”, afirma el escritor Julio Llamazares.
En las últimas oposiciones a profesor de secundaria, FP o escuelas de idiomas, a las que se presentaron 200.000 personas, los tribunales se encontraron con aspirantes que escribían acortando palabras (tb, pq) o que empleaban términos coloquiales (“rollo de”, “en plan”…). Las academias de preparación madrileñas alertaron a sus alumnos de que perderán 0,10 puntos por cada abreviatura o por poner la barra inclinada en los adverbios que terminan en ente (por ejemplo, completa/), de la misma manera que tomaban apuntes en clase. “Si no manejas los instrumentos de la expresión, terminas empobreciendo tu pensamiento o al menos su transmisión. Escribir y hablar bien sirve para expresar mejor tus ideas, no es un capricho”, alerta Llamazares.
El Ministerio de Educación pretende reformar el sistema de oposiciones tras la última convocatoria, que dejó 1.984 plazas sin cubrir. Pero son las comunidades las que publican los criterios de evaluación y luego los tribunales tienen potestad de incluir otros propios como el penalizar las faltas. “Me parece correcto que se exija eso a los aspirantes a profesores. Hay que tener una exigencia con los profesores de secundaria grande, que quizá no se ha tenido durante unos años”, subraya Fernández-Ordóñez.
Los lingüistas achacan los fallos a las redes sociales y la falta de lectura y escritura
Inés Fernández-Ordóñez, miembro de la Real Academia Española (RAE) y catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid, detecta errores de ortografía en su aula. “Es terrible, pero incluso es muy común entre mis alumnos de Filología que pongan faltas. Y, lo peor de todo, no saben redactar. Creo que tiene que ver con que no se lee, faltan prácticas de redacción, dictados…”. Relatos como el de Fernández-Ordóñez, que baja la nota a sus alumnos, explican que la ortografía sea uno de los motivos de que el 9,6% de las plazas de profesor de secundaria hayan quedado desiertas en las oposiciones del pasado julio. Nunca había habido un volumen educativo en España como el actual —el 41% de los jóvenes de 25 a 34 años tiene estudios superiores, frente a un 43% en la OCDE—, pero el nivel ortográfico de los graduados es muy mejorable. Y si los que enseñan cometen fallos, los escolares los repetirán.
El ministro del PP José Ignacio Wert introdujo de forma expresa los dictados en el desarrollo curricular de la Ley Orgánica para la Mejora Educativa (Lomce) en 2013, al igual que hizo Francia con este ejercicio y el cálculo mental. Hay especialistas que sostienen que es leyendo como se ataja el problema de las faltas porque se visualizan los signos, pero los defensores del dictado arguyen que entrena la atención sostenida, la concentración y sirve para descubrir los errores.
EL DILEMA DE LA ESCABECHINA DE SUSPENSOS
Un argumento extendido entre los profesores de secundaria es que no se suspende más a los niños —y no solo por la ortografía— porque la Inspección Educativa actúa y no lo permite. Javier Herrera, de la Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía, asegura que la inspección toma decisiones en contra de los criterios académicos. El año pasado, la Asociación de Inspectores de Educación pidió en el Congreso que se aprobase el bachillerato con un suspenso.
La académica Inés Fernández-Ordóñez se plantea cómo reaccionar ante las faltas y unas redacciones a veces “bastante flojas”. “Si fuésemos estrictos mucha gente no aprobaría. Los niveles de exigencia han bajado mucho. Rafael Lapesa suspendía al 60% de la clase y no pasaba nada, pero ahora eres mal profesor”.
“Creo que muchos profesores de secundaria, y a veces de universidad, pasan por alto en los exámenes las faltas cuando entienden que el contenido es correcto”, se sorprende el académico Ignacio Bosque, catedrático de Lengua en la Complutense. “Yo no lo hago. Es un error hacerlo. No estoy tampoco de acuerdo con dejar pasar las faltas graves de redacción. Algunos profesores piensan que las faltas las corrigen los procesadores de texto, y entienden que la sintaxis es poco importante. Opino lo contrario. Mi maestro, Fernando Lázaro Carreter, decía que si la expresión es pobre, el contenido también lo es, se quiera o no”.
La académica Carme Riera penaliza “muchas faltas” de sus alumnos de Literatura en la Autónoma de Barcelona. “La gente no practica las normas ortográficas, y muchas veces hacen ese trabajo los correctores del teléfono y los correos electrónicos y no se fijan”, sostiene Riera. También lamenta la influencia “nefasta” y continua del inglés.
El docente de Historia Javier Herrera, de la Asociación de Profesores de Instituto de Andalucía, reconoce que las faltas ortográficas son un problema persistente que sale a relucir en casi todos los claustros, pues su solución debe ser una tarea común de todo el profesorado. En primaria, con la Lomce, se ha aumentado un 20% las clases de Lengua. La clave está en ese periodo educativo. “Nosotros diferenciamos perfectamente de qué centro proceden los niños por su madurez en este campo. Si tuvieron un maestro o maestra que se empeñó en que escribieran bien”, sostiene Herrera.
El prestigio de la lengua
“No todo se consigue con más clases de Lengua, sino con un prestigio social de la buena expresión y la buena escritura. Y el problema viene de que la gente joven, sobre todo, y en redes sociales, escribe voluntariamente mal porque, si no, le mira mal el entorno”, afirma el escritor Julio Llamazares.
En las últimas oposiciones a profesor de secundaria, FP o escuelas de idiomas, a las que se presentaron 200.000 personas, los tribunales se encontraron con aspirantes que escribían acortando palabras (tb, pq) o que empleaban términos coloquiales (“rollo de”, “en plan”…). Las academias de preparación madrileñas alertaron a sus alumnos de que perderán 0,10 puntos por cada abreviatura o por poner la barra inclinada en los adverbios que terminan en ente (por ejemplo, completa/), de la misma manera que tomaban apuntes en clase. “Si no manejas los instrumentos de la expresión, terminas empobreciendo tu pensamiento o al menos su transmisión. Escribir y hablar bien sirve para expresar mejor tus ideas, no es un capricho”, alerta Llamazares.
El Ministerio de Educación pretende reformar el sistema de oposiciones tras la última convocatoria, que dejó 1.984 plazas sin cubrir. Pero son las comunidades las que publican los criterios de evaluación y luego los tribunales tienen potestad de incluir otros propios como el penalizar las faltas. “Me parece correcto que se exija eso a los aspirantes a profesores. Hay que tener una exigencia con los profesores de secundaria grande, que quizá no se ha tenido durante unos años”, subraya Fernández-Ordóñez.
AUMENTAN LAS DIFERENCIAS LECTORAS.
La Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) presenta la edición 2017 del estudio 'La lectura en España'.
(P. UNAMUNO. 10/01/2017 14:46)
Cuatro de cada 10 españoles no abre nunca un libro. Al mismo tiempo, aumenta en nuestro país el número de "lectores frecuentes", categoría difusa que engloba a todos aquellos que leen algo al menos una vez por semana, según las conclusiones de la edición 2017 del informe La lectura en España, presentada este lunes por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE).
El estudio pone de manifiesto lo que el presidente de la entidad, Daniel Fernández, ha definido como "la paradoja de la lectura" en nuestro país: cada vez menos lectores en cifras globales, pero más personas que tienen contacto más o menos asiduo con libros, periódicos o revistas, una situación de asimetría que se antoja un correlato de la creciente desigualdad económica y social en curso en España. Fernández ha subrayado el estancamiento de los índices de lectura en térmimos absolutos, fenómeno acompañado de otros datos preocupantes como la desaparición de un 20% de las librerías y un 25% de los quioscos (con respecto al último informe, de 2008) y la reducción a una tercera parte de las adquisiciones por parte de las bibliotecas. El presidente de la FGEE ha urgido a "corregir rápidamente el rumbo" aprovechando la presencia en el acto del secretario de Estado de Cultura, Fernando Benzo, quien se ha remitido a las medidas que presentará próximamente en el Congreso dentro del llamado Plan Cultura 2020.
Este conjunto de iniciativas ministeriales, que incluye una Fiscalía Antipiratería, tiene como objetivo crucial el fomento de la lectura en tres vertientes, según Benzo: su impulso o recuperación en los colegios (aunque no como asignatura, ha aclarado) y su reivindicación "como actividad lúdica" y "desde la legalidad".
José Antonio Millán, coordinador del informe, ha destacado las líneas básicas del sector después del tsunani de la crisis: crece la oferta editorial, el número de bibliotecas mengua -como la inversión por habitante-, las librerías se metamorfosean para sobrevivir, las redes arrasan como modelos de recomendación de lectura y, por último, eclosionan en España los clubes de lectura. Albacete asombra a este respecto con más de 300 círculos literarios. Millán considera urgente la acción ministerial en fomento de la lectura en las etapas educativas, el apoyo a las bibliotecas y la colaboración con las empresas tecnológicas, que disponen hoy por hoy del privilegio de ver el hábito de leer desde dentro.
El director ejecutivo de la FGEE, Antonio Mª Ávila, ha facilitado el perfil del lector en España. Es fundamentalmente mujer, tiene entre 20 y 55 años, posee estudios universitarios y vive en grandes ciudades; quienes menos leen son los habitantes de zonas rurales de mayor edad. En cuanto a la implantación del libro digital, de momento no se acerca ni de lejos a la de EEUU y Reino Unido. El 94,5% de los ingresos proviene aún de la edición impresa, cifra similar a la que se registra en Francia, Alemania, Italia y demás países de nuestro entorno, ha informado Ávila.
La Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) presenta la edición 2017 del estudio 'La lectura en España'.
(P. UNAMUNO. 10/01/2017 14:46)
Cuatro de cada 10 españoles no abre nunca un libro. Al mismo tiempo, aumenta en nuestro país el número de "lectores frecuentes", categoría difusa que engloba a todos aquellos que leen algo al menos una vez por semana, según las conclusiones de la edición 2017 del informe La lectura en España, presentada este lunes por la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE).
El estudio pone de manifiesto lo que el presidente de la entidad, Daniel Fernández, ha definido como "la paradoja de la lectura" en nuestro país: cada vez menos lectores en cifras globales, pero más personas que tienen contacto más o menos asiduo con libros, periódicos o revistas, una situación de asimetría que se antoja un correlato de la creciente desigualdad económica y social en curso en España. Fernández ha subrayado el estancamiento de los índices de lectura en térmimos absolutos, fenómeno acompañado de otros datos preocupantes como la desaparición de un 20% de las librerías y un 25% de los quioscos (con respecto al último informe, de 2008) y la reducción a una tercera parte de las adquisiciones por parte de las bibliotecas. El presidente de la FGEE ha urgido a "corregir rápidamente el rumbo" aprovechando la presencia en el acto del secretario de Estado de Cultura, Fernando Benzo, quien se ha remitido a las medidas que presentará próximamente en el Congreso dentro del llamado Plan Cultura 2020.
Este conjunto de iniciativas ministeriales, que incluye una Fiscalía Antipiratería, tiene como objetivo crucial el fomento de la lectura en tres vertientes, según Benzo: su impulso o recuperación en los colegios (aunque no como asignatura, ha aclarado) y su reivindicación "como actividad lúdica" y "desde la legalidad".
José Antonio Millán, coordinador del informe, ha destacado las líneas básicas del sector después del tsunani de la crisis: crece la oferta editorial, el número de bibliotecas mengua -como la inversión por habitante-, las librerías se metamorfosean para sobrevivir, las redes arrasan como modelos de recomendación de lectura y, por último, eclosionan en España los clubes de lectura. Albacete asombra a este respecto con más de 300 círculos literarios. Millán considera urgente la acción ministerial en fomento de la lectura en las etapas educativas, el apoyo a las bibliotecas y la colaboración con las empresas tecnológicas, que disponen hoy por hoy del privilegio de ver el hábito de leer desde dentro.
El director ejecutivo de la FGEE, Antonio Mª Ávila, ha facilitado el perfil del lector en España. Es fundamentalmente mujer, tiene entre 20 y 55 años, posee estudios universitarios y vive en grandes ciudades; quienes menos leen son los habitantes de zonas rurales de mayor edad. En cuanto a la implantación del libro digital, de momento no se acerca ni de lejos a la de EEUU y Reino Unido. El 94,5% de los ingresos proviene aún de la edición impresa, cifra similar a la que se registra en Francia, Alemania, Italia y demás países de nuestro entorno, ha informado Ávila.
Lectura: Los libros sobreviven a las pantallas
El estudio de la Federación de Gremios de Editores de España constata un aumento de la lectura a pesar de factores como la crisis económica y la llegada de los móviles de última generación, aunque al 49 por ciento de los jóvenes «no le interesa» en absoluto. (Ulises Fuente. LA RAZÓN. 19.01.2018)
El barómetro que mide los índices de lectura llevaba cinco años sin publicarse por los agentes del sector. El estudio de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) se ausentó, por tanto, de los años más difíciles del siglo presente para medir la fuerza de una costumbre antigua. En este tiempo, la irrupción de las pantallas de los teléfonos inteligentes y la crisis económica hacían presagiar el hundimiento del hábito de la lectura tradicional, pero según el estudio presentado ayer, de nuevo, por el presidente del sector, Daniel Fernández, «el paisaje después de la batalla», como se refirió a estos años recientes, no es tan desolador. El 65,8 por ciento de los españoles lee libros de forma habitual (al menos un libro al trimestre) frente al 63 por ciento del año 2012. Sin embargo, como suele suceder con las grandes encuestas, hay datos que resultan algo preocupantes. En palabras del propio Fernández, hay aspectos que dejan un «sabor agridulce» pero las líneas generales «mejoran de forma modesta».
El porcentaje de lectores frecuentes, aquellos que leen al menos una vez a la semana, se ha incrementado desde 2012 y representa el 47,7 por ciento de la población, aunque se ha reducido el que lo hace todos o casi todos los días, al pasar del 31,2 al 29,9 por ciento. La combinación de estas dos tendencias está definida por la gran competencia que existe entre las opciones de ocio en la sociedad contemporánea. Fernández lo explicó así: «La lectura digital no ha hecho elevarse los datos de lectores con la misma fuerza que, por ejemplo, ahora ha aumentado el consumo de series de televisión. La lectura no ha dado ese salto tan grande». Sin embargo, parece que ha resistido la fuerte competencia de otros soportes.
«Piratería del 80%»
La irrupción de los soportes digitales también ha tenido un efecto en la lectura en general. El 76 por ciento de los españoles mayores de 14 años lee algún tipo de contenido en soporte digital, aunque la mayoría son redes sociales (56,9 por ciento), webs y foros (49 por ciento) y periódicos (41 por ciento). Solo el 27,2 por ciento lee libros. El secretario de FGEE, Antonio María Ávila, corroboró que la «piratería» sigue presente en el sector editorial y la cifró en el 80 por ciento de los títulos que se consumen. Por otra parte, esta coexistencia de tipos de lectura ha redundado, según Fernández, en un cambio más profundo, que tiene como telón de fondo la «pérdida de la lectura reposada, detenida, con atención plena». Según el informe, el lector de libros en tiempo libre en formato digital tiene un perfil más femenino, joven, y de alto nivel formativo. El lector exclusivamente en papel, termina unos 11,6 libros al año, mientras que el que consume ambos soportes llega a los 16,8. Otro de los datos destacables es la fuerza de la lectora frente al lector, un hecho que se repite en toda Europa. En España, las mujeres leen más que los hombres en todos los tramos de edad. En algunos casos, como en la franja de edad de los 45 a 54 años, hasta 20 puntos más de media: el 73,1 por ciento de ellas frente al 51,8 de ellos. Por comunidades, la de mejor media lectora es Madrid, donde el 71,4 por ciento se declara lector, seguida de Navarra, el País Vasco, La Rioja, Cantabria y Cataluña. A la cola, Extremadura, Canarias, Andalucía y Castilla-La Mancha.
La falta de tiempo
Pero el estudio deja datos negativos como la existencia de un 40,3 por ciento de personas que dicen no leer ni tener interés en hacerlo. «Es más o menos el porcentaje de personas que tampoco va a museos o conciertos y que no se ve concernida por el consumo de cultura», dijo Fernández. Sin embargo, este desinterés crece alarmantemente hasta el 49 por ciento en la franja de edad de 25 a 34 años. Otro de los datos negativos es que, en la edad superior, de 35 a 44 años, el 75,7 por ciento declara que no lee o no lee más «por falta de tiempo». En cambio, según Fernández, la lectura de libros en tiempo libre ha aumentado en sectores de población tradicionalmente con índices más bajos como amas de casa y jubilados, así como en población desempleada. El estudio revela también que en el último año, el 68,1 por ciento de los españoles no ha pisado una biblioteca, a pesar de que la valoración que hacen los ciudadanos del servicio que prestan es muy buena, con una puntuación de 8,23 sobre diez. Aragón, Canarias y Madrid son las más satisfechas en este sentido.
Otro de los buenos datos es que los españoles prefieren comprar los libros en librerías antes que en centros comerciales y otro tipo de establecimientos no especializados. El año pasado adquirimos una media de 9,4 libros frente a los 10,9 de 2012. En la lista de autores preferidos, «Patria», de Fernando Aramburu, y hasta cuatro títulos de Dolores Redondo entre los diez primeros: «El guardián invisible», «Legado de huesos», «Ofrenda a la tormenta» y «Todo esto te daré». En la lista siguen apareciendo otros más antiguos como «La sombra del viento» (Ruiz Zafón), «Los pilares de la tierra» (Ken Follet» y «50 sombras de Grey» (E. L. James).
El estudio de la Federación de Gremios de Editores de España constata un aumento de la lectura a pesar de factores como la crisis económica y la llegada de los móviles de última generación, aunque al 49 por ciento de los jóvenes «no le interesa» en absoluto. (Ulises Fuente. LA RAZÓN. 19.01.2018)
El barómetro que mide los índices de lectura llevaba cinco años sin publicarse por los agentes del sector. El estudio de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) se ausentó, por tanto, de los años más difíciles del siglo presente para medir la fuerza de una costumbre antigua. En este tiempo, la irrupción de las pantallas de los teléfonos inteligentes y la crisis económica hacían presagiar el hundimiento del hábito de la lectura tradicional, pero según el estudio presentado ayer, de nuevo, por el presidente del sector, Daniel Fernández, «el paisaje después de la batalla», como se refirió a estos años recientes, no es tan desolador. El 65,8 por ciento de los españoles lee libros de forma habitual (al menos un libro al trimestre) frente al 63 por ciento del año 2012. Sin embargo, como suele suceder con las grandes encuestas, hay datos que resultan algo preocupantes. En palabras del propio Fernández, hay aspectos que dejan un «sabor agridulce» pero las líneas generales «mejoran de forma modesta».
El porcentaje de lectores frecuentes, aquellos que leen al menos una vez a la semana, se ha incrementado desde 2012 y representa el 47,7 por ciento de la población, aunque se ha reducido el que lo hace todos o casi todos los días, al pasar del 31,2 al 29,9 por ciento. La combinación de estas dos tendencias está definida por la gran competencia que existe entre las opciones de ocio en la sociedad contemporánea. Fernández lo explicó así: «La lectura digital no ha hecho elevarse los datos de lectores con la misma fuerza que, por ejemplo, ahora ha aumentado el consumo de series de televisión. La lectura no ha dado ese salto tan grande». Sin embargo, parece que ha resistido la fuerte competencia de otros soportes.
«Piratería del 80%»
La irrupción de los soportes digitales también ha tenido un efecto en la lectura en general. El 76 por ciento de los españoles mayores de 14 años lee algún tipo de contenido en soporte digital, aunque la mayoría son redes sociales (56,9 por ciento), webs y foros (49 por ciento) y periódicos (41 por ciento). Solo el 27,2 por ciento lee libros. El secretario de FGEE, Antonio María Ávila, corroboró que la «piratería» sigue presente en el sector editorial y la cifró en el 80 por ciento de los títulos que se consumen. Por otra parte, esta coexistencia de tipos de lectura ha redundado, según Fernández, en un cambio más profundo, que tiene como telón de fondo la «pérdida de la lectura reposada, detenida, con atención plena». Según el informe, el lector de libros en tiempo libre en formato digital tiene un perfil más femenino, joven, y de alto nivel formativo. El lector exclusivamente en papel, termina unos 11,6 libros al año, mientras que el que consume ambos soportes llega a los 16,8. Otro de los datos destacables es la fuerza de la lectora frente al lector, un hecho que se repite en toda Europa. En España, las mujeres leen más que los hombres en todos los tramos de edad. En algunos casos, como en la franja de edad de los 45 a 54 años, hasta 20 puntos más de media: el 73,1 por ciento de ellas frente al 51,8 de ellos. Por comunidades, la de mejor media lectora es Madrid, donde el 71,4 por ciento se declara lector, seguida de Navarra, el País Vasco, La Rioja, Cantabria y Cataluña. A la cola, Extremadura, Canarias, Andalucía y Castilla-La Mancha.
La falta de tiempo
Pero el estudio deja datos negativos como la existencia de un 40,3 por ciento de personas que dicen no leer ni tener interés en hacerlo. «Es más o menos el porcentaje de personas que tampoco va a museos o conciertos y que no se ve concernida por el consumo de cultura», dijo Fernández. Sin embargo, este desinterés crece alarmantemente hasta el 49 por ciento en la franja de edad de 25 a 34 años. Otro de los datos negativos es que, en la edad superior, de 35 a 44 años, el 75,7 por ciento declara que no lee o no lee más «por falta de tiempo». En cambio, según Fernández, la lectura de libros en tiempo libre ha aumentado en sectores de población tradicionalmente con índices más bajos como amas de casa y jubilados, así como en población desempleada. El estudio revela también que en el último año, el 68,1 por ciento de los españoles no ha pisado una biblioteca, a pesar de que la valoración que hacen los ciudadanos del servicio que prestan es muy buena, con una puntuación de 8,23 sobre diez. Aragón, Canarias y Madrid son las más satisfechas en este sentido.
Otro de los buenos datos es que los españoles prefieren comprar los libros en librerías antes que en centros comerciales y otro tipo de establecimientos no especializados. El año pasado adquirimos una media de 9,4 libros frente a los 10,9 de 2012. En la lista de autores preferidos, «Patria», de Fernando Aramburu, y hasta cuatro títulos de Dolores Redondo entre los diez primeros: «El guardián invisible», «Legado de huesos», «Ofrenda a la tormenta» y «Todo esto te daré». En la lista siguen apareciendo otros más antiguos como «La sombra del viento» (Ruiz Zafón), «Los pilares de la tierra» (Ken Follet» y «50 sombras de Grey» (E. L. James).