¿Por qué es tan difícil adelgazar a partir de los 50 años?
Cuando se es más joven es más fácil perder peso porque nuestro gasto energético en reposo es mayor. ABC. 03/05/2019.
Intentar adelgazar o mantenerse en el peso cuando ya se han cumplido los 50 años es un reto más complicado que cuando se tienen 20. Y hay una razón científica para este hecho. «Cuando cumplimos años tendemos a engordar porque disminuye el gasto energético en reposo, que es la energía que gastamos en mantener las funciones vitales básicas (gasto energético basal), sobre todo si mantenemos la misma ingesta de energía (calorías) y la misma o menor actividad física», explica la doctora Emilia Cancer, del grupo de trabajo de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).
Esta especialista apunta que es importante entender que mantener o variar el peso corporal depende del balance entre la energía que ingresamos con los alimentos y bebidas, y la energía que gastamos en mantener las funciones vitales básicas (gasto energético basal), como realizar la digestión de los alimentos, y con la actividad física que hacemos. «Si el balance es positivo, ganaremos peso; si es equilibrado, mantendremos el peso; y si es negativo, perderemos peso», advierte.
Una vez que dejamos de crecer, el gasto energético en reposo disminuye aproximadamente un 5% por cada década y a partir de los 50 años aproximadamente un 10% por cada diez años. «Por lo tanto, cuando se es más joven, es más fácil perder peso porque nuestro gasto energético en reposo es mayor», apostilla la doctora Cancer.
A partir de la madurez, el consumo de energía basal por parte del cuerpo disminuye y, por tanto, consumiendo la misma cantidad de alimento (las mismas calorías) se tiene una mayor tendencia al almacenamiento. Este descenso del gasto de energía se relaciona con distintos factores metabólicos y hormonales que son variables en función del sexo.
Así, las hormonas sexuales incrementan el gasto energético en reposo y, en concreto, más los andrógenos que los estrógenos. «Por ello», explica esta especialista, «un varón de una determinada edad, altura y peso tiene en torno a un 10% más de gasto energético en reposo que una mujer de la misma edad, altura y peso. Cuando se produce un déficit de hormonas sexuales, como en la menopausia, pero también en varones por la edad o tras algunos tratamientos (por ejemplo, para el cáncer de próstata), disminuye el gasto energético en reposo y es más probable que el balance energético sea positivo y se gane peso si no se modifican los hábitos de alimentación y de actividad física».
Por otro lado, al aumentar la edad, el deterioro que se produce a nivel músculo-esquelético y el aumento de los hábitos sedentarios pueden dar lugar a una disminución paulatina de la actividad física, lo que produce un menor gasto de energía. «No olvidemos también que, a veces, el paso de los años produce alteraciones o enfermedades que limitan la realización de ejercicio físico», recuerda la doctora Cancer.
Cuando se es más joven es más fácil perder peso porque nuestro gasto energético en reposo es mayor. ABC. 03/05/2019.
Intentar adelgazar o mantenerse en el peso cuando ya se han cumplido los 50 años es un reto más complicado que cuando se tienen 20. Y hay una razón científica para este hecho. «Cuando cumplimos años tendemos a engordar porque disminuye el gasto energético en reposo, que es la energía que gastamos en mantener las funciones vitales básicas (gasto energético basal), sobre todo si mantenemos la misma ingesta de energía (calorías) y la misma o menor actividad física», explica la doctora Emilia Cancer, del grupo de trabajo de Obesidad de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).
Esta especialista apunta que es importante entender que mantener o variar el peso corporal depende del balance entre la energía que ingresamos con los alimentos y bebidas, y la energía que gastamos en mantener las funciones vitales básicas (gasto energético basal), como realizar la digestión de los alimentos, y con la actividad física que hacemos. «Si el balance es positivo, ganaremos peso; si es equilibrado, mantendremos el peso; y si es negativo, perderemos peso», advierte.
Una vez que dejamos de crecer, el gasto energético en reposo disminuye aproximadamente un 5% por cada década y a partir de los 50 años aproximadamente un 10% por cada diez años. «Por lo tanto, cuando se es más joven, es más fácil perder peso porque nuestro gasto energético en reposo es mayor», apostilla la doctora Cancer.
A partir de la madurez, el consumo de energía basal por parte del cuerpo disminuye y, por tanto, consumiendo la misma cantidad de alimento (las mismas calorías) se tiene una mayor tendencia al almacenamiento. Este descenso del gasto de energía se relaciona con distintos factores metabólicos y hormonales que son variables en función del sexo.
Así, las hormonas sexuales incrementan el gasto energético en reposo y, en concreto, más los andrógenos que los estrógenos. «Por ello», explica esta especialista, «un varón de una determinada edad, altura y peso tiene en torno a un 10% más de gasto energético en reposo que una mujer de la misma edad, altura y peso. Cuando se produce un déficit de hormonas sexuales, como en la menopausia, pero también en varones por la edad o tras algunos tratamientos (por ejemplo, para el cáncer de próstata), disminuye el gasto energético en reposo y es más probable que el balance energético sea positivo y se gane peso si no se modifican los hábitos de alimentación y de actividad física».
Por otro lado, al aumentar la edad, el deterioro que se produce a nivel músculo-esquelético y el aumento de los hábitos sedentarios pueden dar lugar a una disminución paulatina de la actividad física, lo que produce un menor gasto de energía. «No olvidemos también que, a veces, el paso de los años produce alteraciones o enfermedades que limitan la realización de ejercicio físico», recuerda la doctora Cancer.
Dime qué edad tienes y te diré cómo bajar de peso. Cuidateplus.marca.com. Ana Callejo Mora. 08 de Febrero de 2018.El equilibrio entre la energía ingerida y la consumida es clave a cualquier edad.
A lo largo de la vida, los dos puntales o elementos principales para bajar de peso son la nutrición y el ejercicio físico. Pese a que los buenos hábitos se deben aplicar desde la más tierna infancia, cada edad tiene sus necesidades.
Una máxima común es que “para el adecuado control del peso en todas las etapas de la vida debemos ajustar la energía que ingerimos con los alimentos a la cantidad de energía que consumimos con el ejercicio”, resume Iris de Luna, especialista en Endocrinología y Nutrición Clínica del Hospital Universitario Quironsalud Madrid.Escolares y adolescentesPara De Luna, “el principal obstáculo para la pérdida de peso en la infancia y adolescencia es el sedentarismo. El tiempo de ocio dedicado a actividades en las que se consume poca energía -en general, relacionadas con la tecnología- ha aumentado de forma drástica en los últimos 10 años. La obesidad es un importante problema de salud, ya que causa enfermedades crónicas (diabetes mellitus, hipercolesterolemia, artrosis, etc.). Cuantos más años de evolución tenga la obesidad, más grave y más consecuencias tendrá para la salud. Por eso, es preciso ayudar a los más jóvenes a adquirir hábitos de salud que incluyan la realización de ejercicio físico de forma regular”.
Un error común entre los adolescentes es no desayunar, creyendo que al saltarse una comida se pierde peso. “En realidad, ocurre el efecto contrario, el organismo intenta compensar esa falta de energía durante la mañana con un mayor aprovechamiento de los nutrientes al mediodía. Esto provoca una conducta de hambre desproporcionada y apetencia por alimentos hipercalóricos en la comida, estableciendo un circuito de hambre-saciedad que no facilita el retorno del equilibrio nutricional”, indica la endocrinóloga. Además, se ha demostrado que prolongar las horas en ayunas reduce el rendimiento académico y físico. En escolares y adolescentes es recomendable destinar el 20 o 25 por ciento de calorías para su consumo por la mañana, distribuyéndolo, si es posible, entre desayuno y almuerzo a mitad mañana. Los horarios escolares suelen concentrar el esfuerzo físico e intelectual por la mañana, por lo que es imprescindible que el aporte de energía sea adecuado a la actividad que van a realizar.En la juventud suele abusarse de la comida basura.
A los 20 años
En la década de los 20 “se vienen lastrando malos hábitos adquiridos en la adolescencia porque todavía la percepción de la propia salud es buena. Existe la mala costumbre de consumir comida rápida, con muchas calorías y muy pocos nutrientes interesantes, provocando problemas de sobrepeso”, explica Felipe Isidro, coordinador del Grupo de Estudio de Ejercicio Físico y Obesidad de la Sociedad Española de Estudio de la Obesidad (Seedo). Según este experto, en España, a estas edades, hay bastante prevalencia de sobrepeso (hasta más de 10 kg por encima del peso ideal), y esta condición derivará en obesidad si no se pone remedio. “El ambiente social a estas edades (los estudios, la entrada en el mundo laboral y tener pareja) hace que no se priorice la práctica de ejercicio físico. Y cuando se practica es más deporte, como fútbol o pádel, que ejercicio como tal”, señala Isidro.
De los 20 a los 50 años la principal queja de los pacientes con exceso de peso es la falta de tiempo, tanto para realizar ejercicio físico como para planificar las comidas, especifica De Luna.
¿Qué hacer? “Hay que cambiar el estilo de vida. No se trata de comer menos, sino de intentar comer mejor. De la misma forma, no hay que moverse más, sino hacerlo mejor. En definitiva, hacerlo de manera eficaz”, destaca Isidro.
La experta en Nutrición de Quironsalud abre el rango de edad y da las siguientes pautas sobre el ejercicio recomendado de los 20 a los 50 años: “Las indicaciones van a ser muy variables dependiendo de nuestra condición física, la presencia o no de lesiones y las preferencias y gustos de cada persona. En este sentido, la clave para lograr una pérdida de peso efectiva es la regularidad y el aumento progresivo en la intensidad o duración del ejercicio. Una falsa creencia es pensar que realizando exactamente el mismo tipo de ejercicio vamos a mantener una pérdida progresiva de peso”.
De Luna detalla que conforme mejora la condición física, el entrenamiento se ha de adaptar para lograr el objetivo de la composición corporal. “Revisaremos cuál es el tiempo real del que disponemos para hacer ejercicio y si, además, podemos hacerlo en compañía o complementarlo con otra actividad el fin de semana. Las actividades en grupo son una buena manera de disfrutar de nuestro tiempo libre. Todo esto debe ir acompañado de una vida diaria activa”. Biológicamente, el punto óptimo se alcanza a los 25 años. A partir de los 30 años comienza un “declive”.Empezar a hacer ejercicio físico cardiovascular es necesario en la treintena.
A los 30 años
Al cumplir los 30 empieza a haber una preocupación por la salud porque debutan algunos signos de envejecimiento (como las arrugas o la caída del pelo). Isidro menciona que “lo positivo es que la gente va concienciándose de que hay que cuidarse. Precisamente por eso hay menos prevalencia de obesidad en esta etapa de la vida. Por otro lado, los hábitos que no se modifican en esta etapa costará mucho modificarlos en el futuro”.
Nutricionalmente, el principal consejo es alejarse de la comida rápida o basura y consumir productos naturales en lugar de procesados. Hay que ingerir algo más de proteínas, comiendo más carne blanca y magra (sin grasa), leche, pescados azules y huevos.
“A los 30 se inicia la pérdida de masa muscular de manera suave, reduciendo la fuerza”, dice Isidro. Como añadido, en las mujeres empieza a aparecer la osteopenia. De ahí la importancia de empezar a hacer ejercicio físico (cardiovascular, por ejemplo) dejando el deporte poco a poco. “Obligatoriamente tienen que practicar ejercicios que trabajen la fuerza de la masa muscular, como sentadillas, zancadas y empujes (o flexiones) contra la pared y el suelo. Es muy importante trabajar la masa muscular al cumplir los 40.
A los 40 años
En la década de los 40 años en la mujer aparece la menopausia y los problemas derivados del cambio hormonal que supone. En función del estado de cada fémina, tendrá que llevar a cabo un cambio nutricional, incorporando el calcio a su dieta. “Las mujeres con osteopenia no asimilan bien el calcio porque no tienen suficiente vitamina D3. Esta vitamina, además de estar presente en algunos alimentos, se encuentra en el sol. Por eso se recomienda hacer ejercicio al aire libre. Si no es posible, hay que empezar a tomar suplementos de vitamnina D”, resume Isidro.
Asimismo, hay que hacer ejercicios que fortalezcan para los huesos. Un buen ejemplo son los saltos. “Lo ideal es correr, hacer ejercicios con step, saltar a la comba, hacer pequeñas sentadillas con salto o zancadas también con salto”, dice este experto. Algo que, en general, se desconoce es que “a partir de esta edad la mujer tiene que ir reduciendo los ejercicios cardiovasculares, ya que su exceso conlleva una pérdida de masa muscular y ósea. Por ejemplo, se pueden hacer 3 o 4 días de ejercicios de fuerza a la semana y 1 o 2 de cardiovascular”.
En el hombre, que a estas edades nota ya la andropausia por la bajada de testosterona, es “importantísimo trabajar la fuerza muscular, suponiendo el 80 por ciento del ejercicio que practique. El resto debe ser cardiovascular”, comenta Isidro.
Siguiendo con la nutrición para hombres y mujeres, el miembro de la Seedo aconseja subir un punto más el consumo de proteínas. En concreto, en cada década de la vida hay que incrementar entre 0,2 y 0,4 gramos por cada kilogramo de peso la ingesta proteica. Un desayuno muy rico en proteínas podría ser una tortilla con una tostada de pan integral, en lugar de basar la primera comida del día en los hidratos de carbono.
Sin olvidar, como siempre, el consumo de carbohidratos integrales, frutas y verduras y carnes blancas.La grasa visceral acumulada a lo largo de los años en el abdomen masculino aumenta el riesgo cardiovascular.
A los 50 años
“La energía necesaria para mantener el correcto funcionamiento del organismo se va reduciendo de forma progresiva a partir de los 50. La composición corporal cambia y las necesidades metabólicas se reducen, siendo necesario adecuar el consumo de calorías al gasto energético”, cuenta la especialista de Quironsalud.
A estas edades muchos hombres ya han acumulado grasa visceral en la zona del abdomen. Este tipo de grasa trae como consecuencia una subida del riesgo cardiovascular. “Lo bueno es que es lo primero que responde con un cambio nutricional y de ejercicio físico”, afirma Isidro.
En muchas mujeres ya se manifiesta la osteoporosis. Por eso es importante afianzar los ejercicios de fuerza y empezar a hacer otros de movilidad articular (estiramientos, ejercicios en el agua y yoga y tai chí). “Las dificultades para la pérdida de peso en este grupo de edad son similares a otras etapas, aunque se añaden otras trabas para la realización de ejercicio físico por limitación en la movilidad o por aparición de otras enfermedades añadidas (patologías respiratorias o cardiacas)”, dice De Luna, añadiendo que se debe hacer especial hincapié en prevenir la pérdida de masa muscular (sarcopenia), que está muy acelerada en periodos de encamamiento. Será imprescindible la movilización precoz y el ejercicio activo, así como asegurar un aporte proteico ajustado.Los ejercicios de equilibrio ayudan a que la mujer no sufra caídas.
A partir de los 60 o 65 añosEn esta etapa de la vida “pueden aparecer problemas en la masticación y deglución. En las dietas de fácil masticación y en las trituradas se suele aumentar el aporte de hidratos de carbono (patata, pasta, arroz…) y reducir el consumo de proteínas (la carne, por su dificultad en el masticado; y el pescado, por el riesgo de atragantamiento con las espinas). Por eso, hay que realizar adaptaciones dietéticas que aseguren un aporte proteico correcto”, especifica De Luna. A partir de los 60 años la ingesta de proteínas ya debería estar en 2 gramos por kg de peso corporal, añade Isidro.
Este experto considera de vital importancia “hacer ejercicio físico porque la pérdida de masa muscular se acelera, llegando a ser brutal. Por ello, tanto hombres como mujeres tienen que fortalecer sus músculos”.
En la mujer es esencial hacer ejercicios de equilibrio, practicando tai chí o con plataformas vibratorias, para evitar caídas y roturas de cadera o fémur.
A lo largo de la vida, los dos puntales o elementos principales para bajar de peso son la nutrición y el ejercicio físico. Pese a que los buenos hábitos se deben aplicar desde la más tierna infancia, cada edad tiene sus necesidades.
Una máxima común es que “para el adecuado control del peso en todas las etapas de la vida debemos ajustar la energía que ingerimos con los alimentos a la cantidad de energía que consumimos con el ejercicio”, resume Iris de Luna, especialista en Endocrinología y Nutrición Clínica del Hospital Universitario Quironsalud Madrid.Escolares y adolescentesPara De Luna, “el principal obstáculo para la pérdida de peso en la infancia y adolescencia es el sedentarismo. El tiempo de ocio dedicado a actividades en las que se consume poca energía -en general, relacionadas con la tecnología- ha aumentado de forma drástica en los últimos 10 años. La obesidad es un importante problema de salud, ya que causa enfermedades crónicas (diabetes mellitus, hipercolesterolemia, artrosis, etc.). Cuantos más años de evolución tenga la obesidad, más grave y más consecuencias tendrá para la salud. Por eso, es preciso ayudar a los más jóvenes a adquirir hábitos de salud que incluyan la realización de ejercicio físico de forma regular”.
Un error común entre los adolescentes es no desayunar, creyendo que al saltarse una comida se pierde peso. “En realidad, ocurre el efecto contrario, el organismo intenta compensar esa falta de energía durante la mañana con un mayor aprovechamiento de los nutrientes al mediodía. Esto provoca una conducta de hambre desproporcionada y apetencia por alimentos hipercalóricos en la comida, estableciendo un circuito de hambre-saciedad que no facilita el retorno del equilibrio nutricional”, indica la endocrinóloga. Además, se ha demostrado que prolongar las horas en ayunas reduce el rendimiento académico y físico. En escolares y adolescentes es recomendable destinar el 20 o 25 por ciento de calorías para su consumo por la mañana, distribuyéndolo, si es posible, entre desayuno y almuerzo a mitad mañana. Los horarios escolares suelen concentrar el esfuerzo físico e intelectual por la mañana, por lo que es imprescindible que el aporte de energía sea adecuado a la actividad que van a realizar.En la juventud suele abusarse de la comida basura.
A los 20 años
En la década de los 20 “se vienen lastrando malos hábitos adquiridos en la adolescencia porque todavía la percepción de la propia salud es buena. Existe la mala costumbre de consumir comida rápida, con muchas calorías y muy pocos nutrientes interesantes, provocando problemas de sobrepeso”, explica Felipe Isidro, coordinador del Grupo de Estudio de Ejercicio Físico y Obesidad de la Sociedad Española de Estudio de la Obesidad (Seedo). Según este experto, en España, a estas edades, hay bastante prevalencia de sobrepeso (hasta más de 10 kg por encima del peso ideal), y esta condición derivará en obesidad si no se pone remedio. “El ambiente social a estas edades (los estudios, la entrada en el mundo laboral y tener pareja) hace que no se priorice la práctica de ejercicio físico. Y cuando se practica es más deporte, como fútbol o pádel, que ejercicio como tal”, señala Isidro.
De los 20 a los 50 años la principal queja de los pacientes con exceso de peso es la falta de tiempo, tanto para realizar ejercicio físico como para planificar las comidas, especifica De Luna.
¿Qué hacer? “Hay que cambiar el estilo de vida. No se trata de comer menos, sino de intentar comer mejor. De la misma forma, no hay que moverse más, sino hacerlo mejor. En definitiva, hacerlo de manera eficaz”, destaca Isidro.
La experta en Nutrición de Quironsalud abre el rango de edad y da las siguientes pautas sobre el ejercicio recomendado de los 20 a los 50 años: “Las indicaciones van a ser muy variables dependiendo de nuestra condición física, la presencia o no de lesiones y las preferencias y gustos de cada persona. En este sentido, la clave para lograr una pérdida de peso efectiva es la regularidad y el aumento progresivo en la intensidad o duración del ejercicio. Una falsa creencia es pensar que realizando exactamente el mismo tipo de ejercicio vamos a mantener una pérdida progresiva de peso”.
De Luna detalla que conforme mejora la condición física, el entrenamiento se ha de adaptar para lograr el objetivo de la composición corporal. “Revisaremos cuál es el tiempo real del que disponemos para hacer ejercicio y si, además, podemos hacerlo en compañía o complementarlo con otra actividad el fin de semana. Las actividades en grupo son una buena manera de disfrutar de nuestro tiempo libre. Todo esto debe ir acompañado de una vida diaria activa”. Biológicamente, el punto óptimo se alcanza a los 25 años. A partir de los 30 años comienza un “declive”.Empezar a hacer ejercicio físico cardiovascular es necesario en la treintena.
A los 30 años
Al cumplir los 30 empieza a haber una preocupación por la salud porque debutan algunos signos de envejecimiento (como las arrugas o la caída del pelo). Isidro menciona que “lo positivo es que la gente va concienciándose de que hay que cuidarse. Precisamente por eso hay menos prevalencia de obesidad en esta etapa de la vida. Por otro lado, los hábitos que no se modifican en esta etapa costará mucho modificarlos en el futuro”.
Nutricionalmente, el principal consejo es alejarse de la comida rápida o basura y consumir productos naturales en lugar de procesados. Hay que ingerir algo más de proteínas, comiendo más carne blanca y magra (sin grasa), leche, pescados azules y huevos.
“A los 30 se inicia la pérdida de masa muscular de manera suave, reduciendo la fuerza”, dice Isidro. Como añadido, en las mujeres empieza a aparecer la osteopenia. De ahí la importancia de empezar a hacer ejercicio físico (cardiovascular, por ejemplo) dejando el deporte poco a poco. “Obligatoriamente tienen que practicar ejercicios que trabajen la fuerza de la masa muscular, como sentadillas, zancadas y empujes (o flexiones) contra la pared y el suelo. Es muy importante trabajar la masa muscular al cumplir los 40.
A los 40 años
En la década de los 40 años en la mujer aparece la menopausia y los problemas derivados del cambio hormonal que supone. En función del estado de cada fémina, tendrá que llevar a cabo un cambio nutricional, incorporando el calcio a su dieta. “Las mujeres con osteopenia no asimilan bien el calcio porque no tienen suficiente vitamina D3. Esta vitamina, además de estar presente en algunos alimentos, se encuentra en el sol. Por eso se recomienda hacer ejercicio al aire libre. Si no es posible, hay que empezar a tomar suplementos de vitamnina D”, resume Isidro.
Asimismo, hay que hacer ejercicios que fortalezcan para los huesos. Un buen ejemplo son los saltos. “Lo ideal es correr, hacer ejercicios con step, saltar a la comba, hacer pequeñas sentadillas con salto o zancadas también con salto”, dice este experto. Algo que, en general, se desconoce es que “a partir de esta edad la mujer tiene que ir reduciendo los ejercicios cardiovasculares, ya que su exceso conlleva una pérdida de masa muscular y ósea. Por ejemplo, se pueden hacer 3 o 4 días de ejercicios de fuerza a la semana y 1 o 2 de cardiovascular”.
En el hombre, que a estas edades nota ya la andropausia por la bajada de testosterona, es “importantísimo trabajar la fuerza muscular, suponiendo el 80 por ciento del ejercicio que practique. El resto debe ser cardiovascular”, comenta Isidro.
Siguiendo con la nutrición para hombres y mujeres, el miembro de la Seedo aconseja subir un punto más el consumo de proteínas. En concreto, en cada década de la vida hay que incrementar entre 0,2 y 0,4 gramos por cada kilogramo de peso la ingesta proteica. Un desayuno muy rico en proteínas podría ser una tortilla con una tostada de pan integral, en lugar de basar la primera comida del día en los hidratos de carbono.
Sin olvidar, como siempre, el consumo de carbohidratos integrales, frutas y verduras y carnes blancas.La grasa visceral acumulada a lo largo de los años en el abdomen masculino aumenta el riesgo cardiovascular.
A los 50 años
“La energía necesaria para mantener el correcto funcionamiento del organismo se va reduciendo de forma progresiva a partir de los 50. La composición corporal cambia y las necesidades metabólicas se reducen, siendo necesario adecuar el consumo de calorías al gasto energético”, cuenta la especialista de Quironsalud.
A estas edades muchos hombres ya han acumulado grasa visceral en la zona del abdomen. Este tipo de grasa trae como consecuencia una subida del riesgo cardiovascular. “Lo bueno es que es lo primero que responde con un cambio nutricional y de ejercicio físico”, afirma Isidro.
En muchas mujeres ya se manifiesta la osteoporosis. Por eso es importante afianzar los ejercicios de fuerza y empezar a hacer otros de movilidad articular (estiramientos, ejercicios en el agua y yoga y tai chí). “Las dificultades para la pérdida de peso en este grupo de edad son similares a otras etapas, aunque se añaden otras trabas para la realización de ejercicio físico por limitación en la movilidad o por aparición de otras enfermedades añadidas (patologías respiratorias o cardiacas)”, dice De Luna, añadiendo que se debe hacer especial hincapié en prevenir la pérdida de masa muscular (sarcopenia), que está muy acelerada en periodos de encamamiento. Será imprescindible la movilización precoz y el ejercicio activo, así como asegurar un aporte proteico ajustado.Los ejercicios de equilibrio ayudan a que la mujer no sufra caídas.
A partir de los 60 o 65 añosEn esta etapa de la vida “pueden aparecer problemas en la masticación y deglución. En las dietas de fácil masticación y en las trituradas se suele aumentar el aporte de hidratos de carbono (patata, pasta, arroz…) y reducir el consumo de proteínas (la carne, por su dificultad en el masticado; y el pescado, por el riesgo de atragantamiento con las espinas). Por eso, hay que realizar adaptaciones dietéticas que aseguren un aporte proteico correcto”, especifica De Luna. A partir de los 60 años la ingesta de proteínas ya debería estar en 2 gramos por kg de peso corporal, añade Isidro.
Este experto considera de vital importancia “hacer ejercicio físico porque la pérdida de masa muscular se acelera, llegando a ser brutal. Por ello, tanto hombres como mujeres tienen que fortalecer sus músculos”.
En la mujer es esencial hacer ejercicios de equilibrio, practicando tai chí o con plataformas vibratorias, para evitar caídas y roturas de cadera o fémur.
Tarda el estómago humano siete años en digerir un chicle? 14/10/2017
Hay algunos temores que arraigan en nuestro subconsciente y quedan ahí anclados sin saber su certeza o de dónde vienen. Uno de ellos despierta cada vez que, sin querer, uno se traga el chicle que estaba mascando. Como el Coco o el Hombre del Saco, muchos creyeron, desde la infancia, que tragarse un chicle significaba que estaríamos siete años digiriendo. Pero, ¿se queda realmente pegado en la pared del estómago durante tanto tiempo? ¿Mito o realidad?
Es falso. Rotundamente falso. Los jugos gástricos de nuestro estómago son capaces de eliminar un chicle de la misma forma en que lo hace al digerir algo por muy difícil que sea. Es decir, en uno o dos días, nuestros intestinos ayudan a expulsar el chicle de nuestro organismo.
Pese a ser digestibles, las gomas de mascar no se acercan ni de lejos a poder ser consideradas ‘nutritivas’. Si bien la mayoría de los chicles de hoy en día usan utilizan una base de plástico neutro, también conocido como el acetato de polivinilo, o también la goma de xantano, hasta hace poco se utilizaba la savia de un árbol tropical: el chiclero, al cual debe su nombre. Además, también llevan endulzantes, sabores, conservantes y suavizadores.
Hay riesgos. Si uno decide tragar muchos chicles cada día, es probable que éstos formen un bezoar, una acumulación de alguna sustancia sin digerir, capaz de formar masas de volumen variable, que se puede hallar en los intestinos o estómagos.
Uno de los estudios más reconocidos en este campo es el dirigido por el doctor David Milov, “Chewing Gum Bezoars of the Gastrointestinal Tract” en la revista médica Pediatrics, en 1998. En los casos estudiados, Milov halló que los niños que tragaban varios chicles cada día finalmente sufrían estreñimiento crónico.
Mascar chicle no es malo. En algunos casos, y según un estudio, puede ayudar a mejorar la concentración y a aumentar el rendimiento intelectual, ya que alivia ansiedad, aumenta la concentración y el estado de alerta y reduce el estrés. Los niveles de cortisol se reducen en un 16.
Muchos lo usan para dejar de fumar, para rebajar el estrés o para aliviar las nauseas. Pero no todo es positivo en mascar chicles. Si son con azúcar, el riesgo de sufrir caries se dispara. Puede provocar trastornos gastrointestinales y dolor en la mandíbula. La única realidad es que este producto no fue ideado para ser ingerido. Y, además, si lo mascas, mejor hacerlo con moderación.
Hay algunos temores que arraigan en nuestro subconsciente y quedan ahí anclados sin saber su certeza o de dónde vienen. Uno de ellos despierta cada vez que, sin querer, uno se traga el chicle que estaba mascando. Como el Coco o el Hombre del Saco, muchos creyeron, desde la infancia, que tragarse un chicle significaba que estaríamos siete años digiriendo. Pero, ¿se queda realmente pegado en la pared del estómago durante tanto tiempo? ¿Mito o realidad?
Es falso. Rotundamente falso. Los jugos gástricos de nuestro estómago son capaces de eliminar un chicle de la misma forma en que lo hace al digerir algo por muy difícil que sea. Es decir, en uno o dos días, nuestros intestinos ayudan a expulsar el chicle de nuestro organismo.
Pese a ser digestibles, las gomas de mascar no se acercan ni de lejos a poder ser consideradas ‘nutritivas’. Si bien la mayoría de los chicles de hoy en día usan utilizan una base de plástico neutro, también conocido como el acetato de polivinilo, o también la goma de xantano, hasta hace poco se utilizaba la savia de un árbol tropical: el chiclero, al cual debe su nombre. Además, también llevan endulzantes, sabores, conservantes y suavizadores.
Hay riesgos. Si uno decide tragar muchos chicles cada día, es probable que éstos formen un bezoar, una acumulación de alguna sustancia sin digerir, capaz de formar masas de volumen variable, que se puede hallar en los intestinos o estómagos.
Uno de los estudios más reconocidos en este campo es el dirigido por el doctor David Milov, “Chewing Gum Bezoars of the Gastrointestinal Tract” en la revista médica Pediatrics, en 1998. En los casos estudiados, Milov halló que los niños que tragaban varios chicles cada día finalmente sufrían estreñimiento crónico.
Mascar chicle no es malo. En algunos casos, y según un estudio, puede ayudar a mejorar la concentración y a aumentar el rendimiento intelectual, ya que alivia ansiedad, aumenta la concentración y el estado de alerta y reduce el estrés. Los niveles de cortisol se reducen en un 16.
Muchos lo usan para dejar de fumar, para rebajar el estrés o para aliviar las nauseas. Pero no todo es positivo en mascar chicles. Si son con azúcar, el riesgo de sufrir caries se dispara. Puede provocar trastornos gastrointestinales y dolor en la mandíbula. La única realidad es que este producto no fue ideado para ser ingerido. Y, además, si lo mascas, mejor hacerlo con moderación.
Qué y cómo se comía en la Edad Media? Vonne Lara 29/04/17 - 12:31
La respuesta encierra un sinnúmero de peculiaridades interesantes, tanto sociales como culturales. Veamos algunos de ellas.
Los alimentos y platillos que día a día consumimos, así como las costumbres tienen un profundo trasfondo histórico y antropológico. Un platillo tradicional cualquiera es el resultado de una serie de encuentros (o choques) culturales. Y de esto damos cuenta si nos detenemos a apreciar la mesa medieval.
La Edad Media comprende desde el siglo V (a la caída del Imperio Romano) y hasta el siglo XV, en el año 1492 cuando fue descubierto el continente americano, otros autores indican el año 1453, cuando cayó el Imperio Bizantino.
Cómo se comía en la Edad Media y sobre todo qué se comía en esa época dependía completamente de la posición social a la que se pertenecía, esto no parece una gran noticia o diferencia a la actualidad, pero sí encontraremos peculiaridades muy interesantes sobre este aspecto y otros como el que muchos alimentos que son comunes en las actuales cocinas de los países europeos fueron introducidos hasta después del descubrimiento de América o que los abusos y escasez de algunos alimentos influyeron directamente en padecimientos comunes de la época.
Pan, vino y cerveza
Si algo se comía en grandes cantidades era el pan. El pan podía constituir hasta el 70% de la ración diaria de alimento de las personas de la época. Las clases bajas comían pan de centeno, cebada, alforfón, mijo y avena. Las harinas refinadas como la de trigo con el que se fabricaba el pan blanco las consumían principalmente las clases altas.El pan se acompañaba con otros alimentos, se les denominaba "companagium". Una costumbre ampliamente presente en las mesas medievales eran los sops, que consistía en pequeños pedazos de pan con vino, sopa, caldo o incluso una salsa. De este platillo se derivan varias preparaciones en forma de sopas de la cocina europea actual como las sopas de ajo castellanas o las panzanellas italianas. Otros potajes preparados para acompañar el pan son precursores de platillos tradicionales actuales, como la adafina, popular entre los sefardíes presentes en España medieval, que bien puede ser el antecesor del cocido madrileño, la olla podrida de Castilla y León y el pote gallego asturiano. También de platillos como el Pot au feu tradicional de Francia y otros de Alemania y Marruecos. Para acompañar el pan nada de agua sino vino, cerveza o sidra. Recordemos que en esa época las medidas higiénicas eran más bien precarias y el agua en general era un foco de transmisión de enfermedades. Por esto la presencia de bebidas fermentadas como la sidra, el vino, el aguamiel y, por supuesto la cerveza.
El consumo de cerveza era impresionante. Fuentes sugieren que en los países escandinavos se bebía hasta 6 litros diarios por persona. Si bien es cierto que era muy ligera en cuanto a los grados de alcohol que presentaba, la cantidad consumida por los escandinavos raya en el abuso. Sin embargo, debemos tomar en cuenta que la cerveza y el vino eran preciados también por su contenido alimenticio y de esto, sobre todo en las clases bajas, no había muchas opciones para hacerse de proteínas e hidratos de carbono como las presentes en la cerveza.
En países mediterráneos se acostumbraba mucho más el vino. Se bebía de distintas formas: solo, con agua o especiado con jengibre, cardamomo, pimienta, granos de paraíso, nuez moscada, clavos y azúcar. La distribución de los vinos, y en general de todos los alimentos, se dificultaba por la ausencia de métodos de conservación, así que los viñedos que subsistieron fueron aquellos a orillas de ríos importantes. Dos vinos medievales muy populares fueron el hipócrás o ypocrás usado más que nada con fines medicinales; se elaboraba con vino tinto y blanco al que se le añadía miel o azúcar y especias. El otro vino fue el claurell que data del siglo XIV, presente solo en mesas de las clases altas. De su nombre se deriva el clarete.
La leche en cambio no formaba parte de la dieta común, ni se producían muchos derivados de la misma, sobre todo, y una vez más, por que las técnicas de conservación eran muy limitadas.
Carne y caza.
La carne no era, como podemos suponer, un alimento que consumieran con frecuencia las clases bajas. El consumo de cerdo era lo más común, no así la vaca o la ternera. La carne era abundante en las comidas de las clases altas, se les consideraba de mayor alcurnia que los platillos a base de cereales o verduras.
En cuanto a las aves, de estas se consumían diversos tipos: cisne, codorniz, perdiz, cigüeña, alondra y patos salvajes. La caza se reservaba a las clases altas y la nobleza, siervos y campesinos tenían prohibido cazar. Era signo de poder y dominación de los territorios ofrecer en los banquetes animales de la caza. Los animales eran troceados y cocinados para luego ser presentados "armados" y adornados, si eran aves, con sus propios plumajes. Las clases bajas comían los hígados, vísceras, patas, orejas y la sangre de los cerdos. En España ya era común la morcilla con piñones y pasas. El pescado se comía aunque en muchos casos en salazón, sobre todo en lugares lejanos a los mares. En países mediterráneos se acostumbraba comer moluscos como ostras y mejillones.
Vegetales y ricas especias.Los vegetales y otros productos del campo como las leguminosas estaban presentes en los platillos medievales. Sin embargo, cabe recordar que varios vegetales muy comunes en la actualidad no existían en la Europa medieval, tales como las patatas, las judías verdes, cacao, tomates, pimientos, fresas y el maíz. Su introducción al continente europeo después del descubrimiento de América transformaron las cocinas del mundo. Por otro lado, las especias eran consideradas un lujo, algunas sólo podían ser consumidas por las clases altas como el azafrán. La pimienta y la canela eran especias muy populares. Eran usadas para casi todas las comidas y, como mencionábamos líneas arriba, para especiar el vino.
Etiqueta y costumbres.
La práctica medieval más común era comer dos veces al día: un almuerzo cercano al mediodía que consistía la comida fuerte y una merienda más ligera. La iglesia católica y ortodoxa tuvieron una gran influencia en los hábitos alimenticios. Se consideraba, por ejemplo, que los banquetes nocturnos propiciaban el juego, la lujuria y demás actividades no bien vistas. La práctica medieval más común era comer dos veces al día. En los banquetes reales o nobles se disponían amplios tablones con manteles los cuales eran usados para limpiarse. No se usaban las servilletas, ni los juegos de cubiertos, sólo las cucharas y solo para algunos platillos. En cuanto a los cuchillos se esperaba que los comensales hicieran uso del propio, era común portarlos para usos múltiples. La etiqueta también marcaba que se podían usar hasta tres dedos para comer y era común compartir la escudilla y vasos con los comensales. Eso sí, antes de la comida se acostumbraba a ofrecer aguamaniles y paños para lavarse las manos y la cara. El anfitrión de la casa, sobre todo si era de la nobleza, usaban sus propias copas, muchas veces de oro y con joyas. Repartir el ejemplar que había cazado era un gran honor y usaba su propia espada para partir la carne. Se invitado a pinchar era un privilegio para los invitados.
Comilonas y hambrunas.
El consumo elevado de carne en las clases altas causó enfermedades muy comunes en ella como la gota, propiciada por los elevados niveles de ácido úrico que producía la ingesta abundante de carne. Por otro lado, las clases bajas se enfrentaron a enfermedades diversas por la falta de variedad en sus platillos o ausencia de ciertos nutrientes, como el caso de la vitamina C, por lo que era muy común el escorbuto. También se enfrentaban a diversas enfermedades por la falta de higiene y productos de baja calidad o en mal estado como el denominado "Fuego de San Antón" o ergotismo, una enfermedad producida por un hongo que se cría en el centeno en mal estado. Los efectos de ingerir las micotoxinas de esos hongos van desde alucinaciones, convulsiones y contracción arterial, que puede conducir a la necrosis de los tejidos y la aparición de gangrena en las extremidades principalmente. Las poblaciones de la edad media se enfrentaron a diversas hambrunas, devastaciones por la guerra y un enemigo terrible: la peste negra o peste bubónica, la cual afectó a Europa durante el siglo XIV y se cobró la vida de al menos un tercio de la población continental. Algunos autores refieren que incluso fue hasta el 60% de los europeos de la época. Es considerada una de las las 10 pandemias más letales en la historia de la humanidad.
Recetarios.
El Llibre de Sent Soví fechado en torno al año 1324 es un libro vital para conocer la historia de la alimentación europea en la Edad Media y particularmente los orígenes de la cocina catalana. Otro interesante libro sobre este tema es 'The Mediveal Cookbook' de Maggie Black en donde se realiza un recorrido por la época a través de recetas y más que nada un análisis de las historias y costumbres de distintas regiones europeas. El recetario presenta las recetas originales así como sus adaptaciones modernas para prepararlas en la comodidad de nuestro hogar y época.
La respuesta encierra un sinnúmero de peculiaridades interesantes, tanto sociales como culturales. Veamos algunos de ellas.
Los alimentos y platillos que día a día consumimos, así como las costumbres tienen un profundo trasfondo histórico y antropológico. Un platillo tradicional cualquiera es el resultado de una serie de encuentros (o choques) culturales. Y de esto damos cuenta si nos detenemos a apreciar la mesa medieval.
La Edad Media comprende desde el siglo V (a la caída del Imperio Romano) y hasta el siglo XV, en el año 1492 cuando fue descubierto el continente americano, otros autores indican el año 1453, cuando cayó el Imperio Bizantino.
Cómo se comía en la Edad Media y sobre todo qué se comía en esa época dependía completamente de la posición social a la que se pertenecía, esto no parece una gran noticia o diferencia a la actualidad, pero sí encontraremos peculiaridades muy interesantes sobre este aspecto y otros como el que muchos alimentos que son comunes en las actuales cocinas de los países europeos fueron introducidos hasta después del descubrimiento de América o que los abusos y escasez de algunos alimentos influyeron directamente en padecimientos comunes de la época.
Pan, vino y cerveza
Si algo se comía en grandes cantidades era el pan. El pan podía constituir hasta el 70% de la ración diaria de alimento de las personas de la época. Las clases bajas comían pan de centeno, cebada, alforfón, mijo y avena. Las harinas refinadas como la de trigo con el que se fabricaba el pan blanco las consumían principalmente las clases altas.El pan se acompañaba con otros alimentos, se les denominaba "companagium". Una costumbre ampliamente presente en las mesas medievales eran los sops, que consistía en pequeños pedazos de pan con vino, sopa, caldo o incluso una salsa. De este platillo se derivan varias preparaciones en forma de sopas de la cocina europea actual como las sopas de ajo castellanas o las panzanellas italianas. Otros potajes preparados para acompañar el pan son precursores de platillos tradicionales actuales, como la adafina, popular entre los sefardíes presentes en España medieval, que bien puede ser el antecesor del cocido madrileño, la olla podrida de Castilla y León y el pote gallego asturiano. También de platillos como el Pot au feu tradicional de Francia y otros de Alemania y Marruecos. Para acompañar el pan nada de agua sino vino, cerveza o sidra. Recordemos que en esa época las medidas higiénicas eran más bien precarias y el agua en general era un foco de transmisión de enfermedades. Por esto la presencia de bebidas fermentadas como la sidra, el vino, el aguamiel y, por supuesto la cerveza.
El consumo de cerveza era impresionante. Fuentes sugieren que en los países escandinavos se bebía hasta 6 litros diarios por persona. Si bien es cierto que era muy ligera en cuanto a los grados de alcohol que presentaba, la cantidad consumida por los escandinavos raya en el abuso. Sin embargo, debemos tomar en cuenta que la cerveza y el vino eran preciados también por su contenido alimenticio y de esto, sobre todo en las clases bajas, no había muchas opciones para hacerse de proteínas e hidratos de carbono como las presentes en la cerveza.
En países mediterráneos se acostumbraba mucho más el vino. Se bebía de distintas formas: solo, con agua o especiado con jengibre, cardamomo, pimienta, granos de paraíso, nuez moscada, clavos y azúcar. La distribución de los vinos, y en general de todos los alimentos, se dificultaba por la ausencia de métodos de conservación, así que los viñedos que subsistieron fueron aquellos a orillas de ríos importantes. Dos vinos medievales muy populares fueron el hipócrás o ypocrás usado más que nada con fines medicinales; se elaboraba con vino tinto y blanco al que se le añadía miel o azúcar y especias. El otro vino fue el claurell que data del siglo XIV, presente solo en mesas de las clases altas. De su nombre se deriva el clarete.
La leche en cambio no formaba parte de la dieta común, ni se producían muchos derivados de la misma, sobre todo, y una vez más, por que las técnicas de conservación eran muy limitadas.
Carne y caza.
La carne no era, como podemos suponer, un alimento que consumieran con frecuencia las clases bajas. El consumo de cerdo era lo más común, no así la vaca o la ternera. La carne era abundante en las comidas de las clases altas, se les consideraba de mayor alcurnia que los platillos a base de cereales o verduras.
En cuanto a las aves, de estas se consumían diversos tipos: cisne, codorniz, perdiz, cigüeña, alondra y patos salvajes. La caza se reservaba a las clases altas y la nobleza, siervos y campesinos tenían prohibido cazar. Era signo de poder y dominación de los territorios ofrecer en los banquetes animales de la caza. Los animales eran troceados y cocinados para luego ser presentados "armados" y adornados, si eran aves, con sus propios plumajes. Las clases bajas comían los hígados, vísceras, patas, orejas y la sangre de los cerdos. En España ya era común la morcilla con piñones y pasas. El pescado se comía aunque en muchos casos en salazón, sobre todo en lugares lejanos a los mares. En países mediterráneos se acostumbraba comer moluscos como ostras y mejillones.
Vegetales y ricas especias.Los vegetales y otros productos del campo como las leguminosas estaban presentes en los platillos medievales. Sin embargo, cabe recordar que varios vegetales muy comunes en la actualidad no existían en la Europa medieval, tales como las patatas, las judías verdes, cacao, tomates, pimientos, fresas y el maíz. Su introducción al continente europeo después del descubrimiento de América transformaron las cocinas del mundo. Por otro lado, las especias eran consideradas un lujo, algunas sólo podían ser consumidas por las clases altas como el azafrán. La pimienta y la canela eran especias muy populares. Eran usadas para casi todas las comidas y, como mencionábamos líneas arriba, para especiar el vino.
Etiqueta y costumbres.
La práctica medieval más común era comer dos veces al día: un almuerzo cercano al mediodía que consistía la comida fuerte y una merienda más ligera. La iglesia católica y ortodoxa tuvieron una gran influencia en los hábitos alimenticios. Se consideraba, por ejemplo, que los banquetes nocturnos propiciaban el juego, la lujuria y demás actividades no bien vistas. La práctica medieval más común era comer dos veces al día. En los banquetes reales o nobles se disponían amplios tablones con manteles los cuales eran usados para limpiarse. No se usaban las servilletas, ni los juegos de cubiertos, sólo las cucharas y solo para algunos platillos. En cuanto a los cuchillos se esperaba que los comensales hicieran uso del propio, era común portarlos para usos múltiples. La etiqueta también marcaba que se podían usar hasta tres dedos para comer y era común compartir la escudilla y vasos con los comensales. Eso sí, antes de la comida se acostumbraba a ofrecer aguamaniles y paños para lavarse las manos y la cara. El anfitrión de la casa, sobre todo si era de la nobleza, usaban sus propias copas, muchas veces de oro y con joyas. Repartir el ejemplar que había cazado era un gran honor y usaba su propia espada para partir la carne. Se invitado a pinchar era un privilegio para los invitados.
Comilonas y hambrunas.
El consumo elevado de carne en las clases altas causó enfermedades muy comunes en ella como la gota, propiciada por los elevados niveles de ácido úrico que producía la ingesta abundante de carne. Por otro lado, las clases bajas se enfrentaron a enfermedades diversas por la falta de variedad en sus platillos o ausencia de ciertos nutrientes, como el caso de la vitamina C, por lo que era muy común el escorbuto. También se enfrentaban a diversas enfermedades por la falta de higiene y productos de baja calidad o en mal estado como el denominado "Fuego de San Antón" o ergotismo, una enfermedad producida por un hongo que se cría en el centeno en mal estado. Los efectos de ingerir las micotoxinas de esos hongos van desde alucinaciones, convulsiones y contracción arterial, que puede conducir a la necrosis de los tejidos y la aparición de gangrena en las extremidades principalmente. Las poblaciones de la edad media se enfrentaron a diversas hambrunas, devastaciones por la guerra y un enemigo terrible: la peste negra o peste bubónica, la cual afectó a Europa durante el siglo XIV y se cobró la vida de al menos un tercio de la población continental. Algunos autores refieren que incluso fue hasta el 60% de los europeos de la época. Es considerada una de las las 10 pandemias más letales en la historia de la humanidad.
Recetarios.
El Llibre de Sent Soví fechado en torno al año 1324 es un libro vital para conocer la historia de la alimentación europea en la Edad Media y particularmente los orígenes de la cocina catalana. Otro interesante libro sobre este tema es 'The Mediveal Cookbook' de Maggie Black en donde se realiza un recorrido por la época a través de recetas y más que nada un análisis de las historias y costumbres de distintas regiones europeas. El recetario presenta las recetas originales así como sus adaptaciones modernas para prepararlas en la comodidad de nuestro hogar y época.
Los hábitos mañaneros que te están haciendo engordar sin saberlo.
Te has comprometido a bajar de peso. Pides cantidades más pequeñas, sales a correr a menudo, recurres menos a la comida rápida, pero los kilos de más están empeñados en quedarse donde están. Ya has perdido la cuenta de cuántas dietas milagro has probado. ¿Qué falla? Tu rutina mañanera te puede estár saboteando. Las primeras horas del día son fundamentales. Recién despertado, tomas decisiones en modo automático, son tus hábitos más puros y, sin embargo, cometemos varios errores. “La mayor equivocación que la gente comete cuando intenta bajar de peso es empezar su día con el pie izquierdo”, dice Susan Pierce Thompson, presidenta del Instituto para la Pérdida Sostenible de Peso de EEUU. Las decisiones que tomas recién despertado pueden marcar el tono al resto del día, por lo que es vital identificar los malos hábitos que comentes cada mañana. Estos son los cinco más comunes:
No desayunar.
La comunidad científica coincide en que el hábito de desayunar puede ser beneficioso para perder peso. Por ejemplo, una investigación de la Universidad de Tel Aviv ha descubierto que aquellos que consumen un desayuno equilibrado de 600 calorías -con proteínas, carbohidratos y un poco de dulce- comen menos durante el resto del día en comparación con los que desayunaban la mitad. Ese 'comer menos', al final, sale a cuenta. Una comida fuerte por la mañana mantendrá a raya a la grelina, la llamada hormona del hambre, para que no necesites nada hasta el almuerzo. Por tanto, los investigadores sugirieron que es posible que la satisfacción de sus antojos a primera hora de la mañana ayudase a evitar el atracón más tarde. Si no estás acostumbrado a desayunar, puedes empezar con algo tan simple como una pieza de fruta.
Dormir demasiado
Una de las claves para no engordar no está tanto en la comida, sino en cómo y cuánto duermes. El número de horas y la calidad del sueño están directamente relacionados con el peso corporal, de eso no hay duda. Todos hemos escuchado que cuanto más tarde nos acostemos, más posibilidades tendremos de engordar, y que aumentará nuestro apetito por los alimentos con un alto contenido calórico.
Dormir en exceso (más de diez horas cada noche) incrementa el riesgo de aumentar tu Índice de Masa Corporal.
Sin embargo, la solución no es comenzar a quedarse en la cama todo lo que puedas. Dormir demasiado puede parecer una buena idea para hacer frente al aumento de grasa, pero un estudio realizado por PLOS One ha descubierto que descansar más de diez horas por noche incrementa el riesgo de aumentar tu Índice de Masa Corporal (IMC), en comparación con los que dormían entre 7 y 9 horas (lo recomendable). Dormir en exceso puede ser tan perjudicial para tu ciclo del sueño como para el contorno de tu tripa.
No pesarse
Lo primero que deberías hacer cada mañana, antes del desayuno, es subirte en la báscula. Tras monitorizar a 162 hombres y mujeres con sobrepeso durante dos años, los investigadores de la Universidad de Cornell descubrieron que aquellos que se pesaban cada mañana (cuando está en su punto más bajo) no solo mantenían su peso, sino que algunos eran más exitosos a la hora de adelgazar. Cuando te pones encima de la báscula a primera hora, la medición será más precisa (siempre en la misma báscula, con la misma ropa y después de ir al baño), y podrás hacer ajustar tus comidas durante el día si el número es más alto de lo que esperabas.
No exponerse a la luz natural
Sabemos que por las mañanas, con legañas en los ojos, apetece abrazar la oscuridad y no soltarla. Sabemos que cuesta subir las persianas, que los ojos no están preparado para tanto brillo mañanero. No obstante, las personas que reciben más luz natural en las primeras horas del día tienen más probabilidades de que su IMC sea más bajo, independientemente de cuanto comieran. La luz natural sincroniza tu reloj interno, que juega un papel fundamental en el metabolismo y las hormonas que regulan el apetito.
Según un estudio publicado por PLOS One, entre 20 y 30 minutos de luz natural son suficientes para afectar a tu peso, incluso cuando está nublado. Esto se debe a que tu cuerpo sincroniza tu reloj interno -el cual juega un papel fundamental en el metabolismo y las hormonas que regulan el apetito- cuando está expuesto a la luz natural. El metabolismo son todos aquellos procesos químicos que realizan las células para transformar los nutrientes de la comida en energía. Así que, cuanto mayor sea su ritmo de trabajo, más probabilidades de perder peso tendremos. Por unos minutos de luz diaria, merece la pena.
No hacer la cama
El mundo se divide en dos tipos de personas: los que estiran las sábanas y los que no. Si eres de los antes de levantarse de la cama ya están saliendo por la puerta, seguro seguro que no la sueles hacer; no suele apetecer. Tiendes a dejar que la vida te lleve y en lo último que piensas es en las arrugas del edredón. Sin embargo, esta elección personal, a priori insignificante, puede afectar a nuestra dieta. Si tu objetivo es adelgazar, quizá tengas que incorporar este hábito a tu rutina mañanera. Según una encuesta de la Fundación Nacional del Sueño de EEUU, los que extienden las sábanas cada día tienen un 19% más de probabilidades de dormir bien, en comparación con sus homólogos más vagos. Y ya que un sueño reparador ayuda a bajar los kilos de más, ¿por qué no hacerlo? Cada mañana, la sensación de logro será inigualable.
Te has comprometido a bajar de peso. Pides cantidades más pequeñas, sales a correr a menudo, recurres menos a la comida rápida, pero los kilos de más están empeñados en quedarse donde están. Ya has perdido la cuenta de cuántas dietas milagro has probado. ¿Qué falla? Tu rutina mañanera te puede estár saboteando. Las primeras horas del día son fundamentales. Recién despertado, tomas decisiones en modo automático, son tus hábitos más puros y, sin embargo, cometemos varios errores. “La mayor equivocación que la gente comete cuando intenta bajar de peso es empezar su día con el pie izquierdo”, dice Susan Pierce Thompson, presidenta del Instituto para la Pérdida Sostenible de Peso de EEUU. Las decisiones que tomas recién despertado pueden marcar el tono al resto del día, por lo que es vital identificar los malos hábitos que comentes cada mañana. Estos son los cinco más comunes:
No desayunar.
La comunidad científica coincide en que el hábito de desayunar puede ser beneficioso para perder peso. Por ejemplo, una investigación de la Universidad de Tel Aviv ha descubierto que aquellos que consumen un desayuno equilibrado de 600 calorías -con proteínas, carbohidratos y un poco de dulce- comen menos durante el resto del día en comparación con los que desayunaban la mitad. Ese 'comer menos', al final, sale a cuenta. Una comida fuerte por la mañana mantendrá a raya a la grelina, la llamada hormona del hambre, para que no necesites nada hasta el almuerzo. Por tanto, los investigadores sugirieron que es posible que la satisfacción de sus antojos a primera hora de la mañana ayudase a evitar el atracón más tarde. Si no estás acostumbrado a desayunar, puedes empezar con algo tan simple como una pieza de fruta.
Dormir demasiado
Una de las claves para no engordar no está tanto en la comida, sino en cómo y cuánto duermes. El número de horas y la calidad del sueño están directamente relacionados con el peso corporal, de eso no hay duda. Todos hemos escuchado que cuanto más tarde nos acostemos, más posibilidades tendremos de engordar, y que aumentará nuestro apetito por los alimentos con un alto contenido calórico.
Dormir en exceso (más de diez horas cada noche) incrementa el riesgo de aumentar tu Índice de Masa Corporal.
Sin embargo, la solución no es comenzar a quedarse en la cama todo lo que puedas. Dormir demasiado puede parecer una buena idea para hacer frente al aumento de grasa, pero un estudio realizado por PLOS One ha descubierto que descansar más de diez horas por noche incrementa el riesgo de aumentar tu Índice de Masa Corporal (IMC), en comparación con los que dormían entre 7 y 9 horas (lo recomendable). Dormir en exceso puede ser tan perjudicial para tu ciclo del sueño como para el contorno de tu tripa.
No pesarse
Lo primero que deberías hacer cada mañana, antes del desayuno, es subirte en la báscula. Tras monitorizar a 162 hombres y mujeres con sobrepeso durante dos años, los investigadores de la Universidad de Cornell descubrieron que aquellos que se pesaban cada mañana (cuando está en su punto más bajo) no solo mantenían su peso, sino que algunos eran más exitosos a la hora de adelgazar. Cuando te pones encima de la báscula a primera hora, la medición será más precisa (siempre en la misma báscula, con la misma ropa y después de ir al baño), y podrás hacer ajustar tus comidas durante el día si el número es más alto de lo que esperabas.
No exponerse a la luz natural
Sabemos que por las mañanas, con legañas en los ojos, apetece abrazar la oscuridad y no soltarla. Sabemos que cuesta subir las persianas, que los ojos no están preparado para tanto brillo mañanero. No obstante, las personas que reciben más luz natural en las primeras horas del día tienen más probabilidades de que su IMC sea más bajo, independientemente de cuanto comieran. La luz natural sincroniza tu reloj interno, que juega un papel fundamental en el metabolismo y las hormonas que regulan el apetito.
Según un estudio publicado por PLOS One, entre 20 y 30 minutos de luz natural son suficientes para afectar a tu peso, incluso cuando está nublado. Esto se debe a que tu cuerpo sincroniza tu reloj interno -el cual juega un papel fundamental en el metabolismo y las hormonas que regulan el apetito- cuando está expuesto a la luz natural. El metabolismo son todos aquellos procesos químicos que realizan las células para transformar los nutrientes de la comida en energía. Así que, cuanto mayor sea su ritmo de trabajo, más probabilidades de perder peso tendremos. Por unos minutos de luz diaria, merece la pena.
No hacer la cama
El mundo se divide en dos tipos de personas: los que estiran las sábanas y los que no. Si eres de los antes de levantarse de la cama ya están saliendo por la puerta, seguro seguro que no la sueles hacer; no suele apetecer. Tiendes a dejar que la vida te lleve y en lo último que piensas es en las arrugas del edredón. Sin embargo, esta elección personal, a priori insignificante, puede afectar a nuestra dieta. Si tu objetivo es adelgazar, quizá tengas que incorporar este hábito a tu rutina mañanera. Según una encuesta de la Fundación Nacional del Sueño de EEUU, los que extienden las sábanas cada día tienen un 19% más de probabilidades de dormir bien, en comparación con sus homólogos más vagos. Y ya que un sueño reparador ayuda a bajar los kilos de más, ¿por qué no hacerlo? Cada mañana, la sensación de logro será inigualable.
Estuve desayunando verdura todos los días durante un mes y esto es lo que me pasó.
M. Palmero 09.02.2017
El desayuno es la primera comida del día, la que rompe el ayuno nocturno y proporciona alrededor del 25% de la energía diaria. Sabemos que desayunar de manera adecuada es importante para la salud y el buen rendimiento intelectual y físico. Además, es la clave para mantener una buena figura y no comer en exceso durante el resto del día. Al respecto, se ha demostrado que aquellos que no hacen bien la primera ingesta de la jornada, tienen patrones más irregulares o consumen más alimentos de bajo valor nutricional. Además, un desayuno completo, rico en carbohidratos complejos y en proteínas, puede ayudar a limitar la respuesta glucémica a la vez que libera hormonas intestinales que nos sacian durante el resto del día, pues tendremos una sensación de plenitud mayor en la comida y en la cena posterior.
La redactora de 'Prevention' Judy Koutsky es consciente de la importancia que tiene esta comida pero, a pesar de ello, solo desayunaba una taza de café con leche desnatada. ¿Resultado? Se pasaba toda la mañana picoteando y luego llegaba con mucho hambre a la comida. Por eso decidió que ya era hora de hacerlo bien, y trazó un plan: probó a ingerir verduras por las mañanas.
El desayuno proporciona alrededor del 25% de la energía diaria. Hacer bien esta comida es esencial para el buen rendimiento intelectual y físico.
Comenzar el plan no le costó mucho, porque le encantan los vegetales y suele comer bastante sano, pero tenía curiosidad por ver cómo influiría en su cuerpo el hecho de realizar este tipo de comida. Lo estuvo haciendo durante un mes, y este fue el resultado.
El experimento
El primer día se le hizo un poco difícil porque no estaba acostumbrada a comer nada justo al levantarse. Pensó en tomarse su café con leche de siempre y una pieza de fruta, por la pereza de cocinar. No obstante, se adecuó al plan y tiró de un tallo de brócoli. Lo troceó y lo mezcló con huevo en la sartén. Y, voilá, ya tenía su primer desayuno del plan: una tortilla de brócoli. Le gustó, y le sirvió de impulso para las jornadas siguientes.
El segundo día se hizo una tortilla de setas, y el tercero se decantó por una tortilla con espárragos. "Cualquier verdura en tortilla está delicioso, así que me resultó bastante fácil. Pronto comencé a añadir champiñones y queso, y a mezclar varios vegetales en el mismo plato", asegura Judy, que estaba un poco preocupada por consumir tantos huevos a la semana. No obstante, se vigiló el nivel de colesterol con el médico y vio que no había problema.
Pensó en hacerse batidos de verdura con fruta, pero no tenía licuadora y, la verdad, las tortillas le encantaban y eran rápidas de hacer. "Nunca me aburrí. Cambiaba los tipos de vegetales y le echaba especias o salsa picante". No obstante, varió un poco, porque vio que algunos días iba muy justa y no le daba demasiado tiempo para sentarse a desayunar. Así que decidió elaborar uno que pudiera comerse en el tren. Consistía en huevos duros cocidos con verduras, perfecto para llevarlo en un tupper e ingerirlo de camino al trabajo.
Los resultados
Después de treinta días, Judy experimento diversos cambios en su organismo y en su actitud. Los resumimos en los siguientes puntos:
Una elección correcta
A esta redactora intrépida le ha gustado su experimento, pero porque ha elegido correctamente. Su desayuno se basaba en huevos y verduras verdes, todo un acierto, y más si se consumen en el desayuno. Veamos por qué estos alimentos son tan sanos:
M. Palmero 09.02.2017
El desayuno es la primera comida del día, la que rompe el ayuno nocturno y proporciona alrededor del 25% de la energía diaria. Sabemos que desayunar de manera adecuada es importante para la salud y el buen rendimiento intelectual y físico. Además, es la clave para mantener una buena figura y no comer en exceso durante el resto del día. Al respecto, se ha demostrado que aquellos que no hacen bien la primera ingesta de la jornada, tienen patrones más irregulares o consumen más alimentos de bajo valor nutricional. Además, un desayuno completo, rico en carbohidratos complejos y en proteínas, puede ayudar a limitar la respuesta glucémica a la vez que libera hormonas intestinales que nos sacian durante el resto del día, pues tendremos una sensación de plenitud mayor en la comida y en la cena posterior.
La redactora de 'Prevention' Judy Koutsky es consciente de la importancia que tiene esta comida pero, a pesar de ello, solo desayunaba una taza de café con leche desnatada. ¿Resultado? Se pasaba toda la mañana picoteando y luego llegaba con mucho hambre a la comida. Por eso decidió que ya era hora de hacerlo bien, y trazó un plan: probó a ingerir verduras por las mañanas.
El desayuno proporciona alrededor del 25% de la energía diaria. Hacer bien esta comida es esencial para el buen rendimiento intelectual y físico.
Comenzar el plan no le costó mucho, porque le encantan los vegetales y suele comer bastante sano, pero tenía curiosidad por ver cómo influiría en su cuerpo el hecho de realizar este tipo de comida. Lo estuvo haciendo durante un mes, y este fue el resultado.
El experimento
El primer día se le hizo un poco difícil porque no estaba acostumbrada a comer nada justo al levantarse. Pensó en tomarse su café con leche de siempre y una pieza de fruta, por la pereza de cocinar. No obstante, se adecuó al plan y tiró de un tallo de brócoli. Lo troceó y lo mezcló con huevo en la sartén. Y, voilá, ya tenía su primer desayuno del plan: una tortilla de brócoli. Le gustó, y le sirvió de impulso para las jornadas siguientes.
El segundo día se hizo una tortilla de setas, y el tercero se decantó por una tortilla con espárragos. "Cualquier verdura en tortilla está delicioso, así que me resultó bastante fácil. Pronto comencé a añadir champiñones y queso, y a mezclar varios vegetales en el mismo plato", asegura Judy, que estaba un poco preocupada por consumir tantos huevos a la semana. No obstante, se vigiló el nivel de colesterol con el médico y vio que no había problema.
Pensó en hacerse batidos de verdura con fruta, pero no tenía licuadora y, la verdad, las tortillas le encantaban y eran rápidas de hacer. "Nunca me aburrí. Cambiaba los tipos de vegetales y le echaba especias o salsa picante". No obstante, varió un poco, porque vio que algunos días iba muy justa y no le daba demasiado tiempo para sentarse a desayunar. Así que decidió elaborar uno que pudiera comerse en el tren. Consistía en huevos duros cocidos con verduras, perfecto para llevarlo en un tupper e ingerirlo de camino al trabajo.
Los resultados
Después de treinta días, Judy experimento diversos cambios en su organismo y en su actitud. Los resumimos en los siguientes puntos:
- Sensación de saciedad: notó que estaba satisfecha a la hora de comer y que no le entraba hambre a las 10 de la mañana como antes.
- Reducción de calorías en el resto de comidas: se percató de que, al estar llena, a la hora del almuerzo comía mucho menos.
- Mejora del tránsito intestinal: aunque nunca tuvo problemas para ir al baño, reconoce que esto le ha beneficiado; además, recomienda a todo aquel que tenga problemas de estreñimiento o irregularidad que lo pruebe.
- Más salud: "Me sentí más sana en general, y me motivó a comer más saludable durante todo el día".
- Aumento de la vitalidad: asegura que se sintió "mejor, con mucha más energía" y con ganas de empezar la jornada.
Una elección correcta
A esta redactora intrépida le ha gustado su experimento, pero porque ha elegido correctamente. Su desayuno se basaba en huevos y verduras verdes, todo un acierto, y más si se consumen en el desayuno. Veamos por qué estos alimentos son tan sanos:
- Huevos: están viviendo una segunda juventud, gracias a los nuevos estudios que certifican que no contribuyen a elevar los niveles de colesterol (como algunas personas siguen creyendo) ni aumentan el riesgo de sufrir problemas cardiovasculares. Pero además, son un alimento perfecto si queremos perder peso, pues son ricos en proteínas y grasas saludables, lo que nos permite quedar saciados con un aporte relativamente bajo de calorías.
- Verduras verdes: tienen varias propiedades que las convierten en un alimento imprescindible en cualquier dieta. Son bajas en calorías y carbohidratos, pero ricas en fibra, y son perfectas como guarnición, para aumentar el volumen de nuestras comidas sin que aumente su aporte calórico. Son la lechuga, la col, las espinacas o las acelgas.
- Verduras crucíferas: tienen un alto contenido en fibra pero, a diferencia de la lechuga, son muy saciantes debido a que también tienen bastante proteína. Si nos molestamos un poco, aprenderemos a cocinarlas de distinta forma para tomarlas como plato principal y no solo de acompañamiento. Son el brócoli, la coliflor, el repollo o las coles de bruselas.
Nueve cenas que debes evitar si no quieres engordar.
La cena es una de las comidas más maltratadas en la sociedad actual, y también, una de las que más debemos cuidar si buscamos mantener el peso actual o perder kilos. Pero muchas veces caemos en el error de echar mano a platos "fáciles" o listos para consumir como las siguientes nueve cenas prohibidas si quieres evitar subir de peso. Si deseas mantener el peso y no engordar o si estas intentando deshacerte de los kilos de más y cuidar la salud, os presentamos las nueve cenas que debes evitar en tu dieta habitual:
La cena es una de las comidas más maltratadas en la sociedad actual, y también, una de las que más debemos cuidar si buscamos mantener el peso actual o perder kilos. Pero muchas veces caemos en el error de echar mano a platos "fáciles" o listos para consumir como las siguientes nueve cenas prohibidas si quieres evitar subir de peso. Si deseas mantener el peso y no engordar o si estas intentando deshacerte de los kilos de más y cuidar la salud, os presentamos las nueve cenas que debes evitar en tu dieta habitual:
- Nuggets de pollo: aunque los elaboremos al horno y nos ayuden a resolver una comida en casa en cuestión de minutos, debes saber que estos bocados poco tienen de pollo y están colmados de grasas, harinas refinadas y sodio. Lo mejor en su reemplazo puede ser una pechuga de pollo a la plancha que se elabora en cuestión de minutos y es mucho más saludable y ligera.
- Sopas ramen en bote: es solo unos segundos lo que nos lleva abrir el bote y ya tenemos la cena resuelta, sin embargo, este tipo de preparaciones están colmadas de sodio, grasas e hidratos simples. Casi no sacian y son densas energéticamente hablando, además, contienen glutamato monosódico un componente que puede estimular considerablemente nuestro apetito. Una sopa elaborada en casa puede ser menos rápida pero mucho más saludable para nuestra cena.
- Palitos de pescado o pescado empanizado: al igual que sucede con los nuggets, estos bocados están elaborados con gran cantidad de "sobrantes" del pescado como tal, por lo que poco tienen de proteínas de calidad y posee alta proporción de harinas refinadas en su composición. Además, tienen grasas y sodio en elevadas cantidades. Abrir una lata de atún al natural es igual o más rápido que cocinar palitos de pescado y nutricionalmente resulta mucho más recomendable.
- Hamburguesas congeladas: son la tentación al momento de lograr una cena rápida y sabrosa, pero este tipo de preparaciones están colmadas de grasa y sodio que acentúan el sabor del plato y nos anima a continuar comiendo. Pueden contener grasas trans y cantidades variables de hidratos simples en su composición. Una alternativa igual de rápida y mucho más sana es un filete de ternera a la plancha.
- Pizza congelada: es una de las preparaciones que esconde mucho azúcar en su interior y que además, posee grasas y sodio en cantidades no menores, por lo que, resulta una preparación que no sacia sino que nos incentiva a comer más y más.
- Pasta de bote: a diferencia de una pasta seca hervida, la pasta de bote lista para consumir tiene saborizantes que incrementan el contenido de sodio, grasas y calorías del plato, por ello, mejor reemplazar su ingesta por un puñado de fideos secos hervidos en casa que acudir a esta opción lista para consumir.
- Perritos calientes: con más del doble de grasa que de proteínas y una alta proporción de sodio, los perritos calientes o hot dogs son una preparación más que deberíamos evitar en nuestras cenas si no deseamos engordar. Podemos en su reemplazo acudir a alimentos más sanos como bocadillos de carnes frescas, o incluso, de jamón cocido o serrano que tienen mejor calidad nutricional que los perros calientes.
- Ensaladas envasadas: aunque no todas las opciones son iguales, debemos saber que muchas ensaladas listas para consumir tienen más calorías que las patatas fritas, pues algunos añadidos pueden estar colmados de grasas y/o azúcares tales como los rebozados, las salsas y/o quesos que se incorporan.
- Pasta o arroz congelado: desde un arroz tres delicias hasta unos raviolis en salsa congelados, listos para calentar y consumir tienen muchas calorías y concentran hidratos simples, grasas y sodio. Incluso, esconden azúcares en su composición. Éstos platos fácilmente podemos reemplazarlos por arroz hervido en casa o pasta fresca cocinada con nuestras propias manos.
- Estas son nueve cenas prohibidas si deseas evitar subir de peso con ayuda de una buena dieta. Claramente los procesados son los enemigos principales al momento de comer mejor y cuidar la salud, pues resuelven comidas fácilmente pero a expensas de una peor calidad nutricional y desplazan comidas mucho más sanas que podemos elaborar en casa.
En reemplazo de estos alimentos y/o preparaciones siempre tenemos la posibilidad de lograr cenas saludables y fáciles en casa, escogiendo verduras frescas, carnes magras a la plancha o cereales hervidos junto a vegetales.
Por supuesto, si quieres evitar la ganancia de peso y cuidar la salud, la cena debe cuidarse pero también el resto de las comidas del día, pues todo suma para proteger al organismo mediante la alimentación diaria.
Bibliografía consultada | The American Journal of Medicine, November 2013Volume 126, Issue 11, Pages 1018–1019.
Las cinco comidas que te envejecen rápidamente
Tiempo de lectura5 min
24.11.2016 – 18:53 H.Ha llovido mucho desde que nuestras abuelas, que vivieron épocas de escasez, nos animaban a comer de todo y cuanto más mejor. Nos decían que lo que no mata engorda, que de lo que se come se cría, y que hay muchos niños que pasan hambre, mientras que nosotros, afortunados primermundistas, podíamos y debíamos engullir hasta reventar.
Sigue habiendo niños hambrientos aunque ya no se lleve demasiado hablar de ello, pero también hay cada vez más niños obesos en los países desarrollados, lo que puede condenarlos a todo tipo de problemas de salud y, a la postre (nunca mejor dicho), a morir jóvenes.
Los sulfitos y otros conservantes de productos como salchichas, bacon o chorizo, provocan inflamación, enrojecimiento y envejecimiento de la piel
No toda la comida es buena, y no toda "engorda" de la misma manera. Aquí tienes unos cuantos alimentos y bebidas que deberías evitar, o consumir con especial moderación, si no quieres envejecer a más velocidad de la estrictamente necesaria, o parecer mayor de lo que eres al primer vistazo.
Comida rápidaNo es original, pero es cierto, sobre todo por culpa de las grasas trans resultantes de freír la comida con ciertos aceites vegetales. También presentes en las margarinas, los pasteles y las galletas saladas (entre otras comidas), contribuyen a procesos de inflamación crónicos que empeoran nuestro aspecto y nuestra salud.
La piel, una de las claves de una apariencia juvenil, se ve directamente afectada. Este tipo de ácidos grasos la hacen más vulnerable a los rayos del sol.
La obstrucción de las arterias y los vasos sanguíneos es otra consecuencia negativa de visitar demasiado el pasillo de precocinados del súper, las hamburgueserías y las pizzerías de saldo. Los niveles altos de colesterol, la carne roja y el sobrepeso en general se pagan: problemas coronarios, anginas de pecho y mayor riesgo de ataques cardíacos.
No toda la grasa es mala, ni mucho menos. Con moderación, el aceite de oliva, el de girasol o el de coco, entre otros, tienen buena prensa, no solo en nuestro país. Son siempre mejor crudos o en alimentos a la plancha que en freidora, elemento básico en toda comida rápida.
Carnes procesadasLos sulfitos y otras sustancias conservantes de productos industriales como salchichas, bacon, chorizo, etc., provocan problemas parecidos a los que las grasas trans. Inflamación (visible en nuestra piel), enrojecimiento y esa apariencia más curtida que asociamos inmediatamente a la vejez.
Además suelen ser ricas en sal, así que retendrás más líquidos y te hincharás. Dos problemas estéticos por el precio de uno.
Ideal cada día como suicidio lento. (Corbis)Aun las mejores carnes pueden tener un efecto parecido cuando se queman. Si haces barbacoa evita comerte los trozos muy tostados: se ha comprobado que contienen hidrocarburos contaminantes que envejecen, afectando al colágeno de la piel. Y algo más sorprendente: también sucede con las tostadas. Tómalas más bien blancas y serán más sanas.
AzúcarAdemás de engordar y ser fatal para la dentadura si no se vigila, el azúcar provoca glicación, un proceso químico que origina sustancias tóxicas relacionadas directamente con el envejecimiento acelerado.
Una dieta rica en azúcares provoca arrugas en la piel, diabetes, problemas renales y enfermedades cardiovasculares. Lo contrario a la juventud. Evitarlo es complicado porque casi todo lo que compramos hecho lleva varias fuentes de dulzor peligrosas que van sumando. Ante la duda, baja cuanto antes el consumo de fructosa (no la de la fruta, sino la de los jarabes que encontrarás en cientos de etiquetas), sacarosa y glucosa, que provocan picos de glucemia especialmente intensos y caries poco favorecedoras.
La sal hace que retengamos líquidos y aumenta la tensión arterial. Está relacionada con problemas vasculares y de circulación y favorece la celulitis
Si dejas el tabaco, otro conocido agente envejecedor, no lo sustituyas por bollería industrial, ni por refrescos: una fuente de azúcar más escondido que podría ser, según la revista 'Time', tan eficaz como fumar a la hora de quitarnos años de vida.
SalPatatas fritas, palomitas, aperitivos y en general cualquier plato con grandes cantidades de sodio son por definición opciones a evitar. Intenta dar sabor por otros medios: vinagre, limón, especias... y evitarás problemas a largo plazo.
El sodio hace que retengamos líquidos, y aumenta la tensión arterial. Está relacionado con problemas vasculares y de circulación, y para colmo favorece la celulitis, que también es un signo de la edad. Es necesario tomar sales, como ocurre con el azúcar, pero el problema es que ya están presentes en muchos productos que compramos. 'The List' informa de que, literalmente, acelera el envecimiento de las células y aumenta las probabilidades de sufrir una enfermedad cardíaca.
CaféAunque no es la fuente de problemas graves que muchos creíamos hace unas décadas, el café en exceso puede envejecernos por culpa de la deshidratación.
Hay otra consecuencia más, también relacionada con la sequedad (en este caso en la boca) que nos hace parecer menos lozanos: el mal aliento, aunque hay estudios contradictorios en esto. El café provoca que se reproduzcan bacterias que causan halitosis, pero según algunas fuentes es tan sencillo como tomar unos vasos de agua entre taza y taza.
También puede provocar manchas en los dientes, aunque esto no se debe tanto a tomar café como a no cepillarse después. Si no puedes hacerlo en el momento, te recomendamos que al menos bebas agua. Las bebidas calientes son peores para el esmalte, así que, si eres un bebedor compulsivo de café, te conviene tomarlo tibio para que tu dentadura amarilla no te haga parecer mayor de lo que eres.
Tiempo de lectura5 min
24.11.2016 – 18:53 H.Ha llovido mucho desde que nuestras abuelas, que vivieron épocas de escasez, nos animaban a comer de todo y cuanto más mejor. Nos decían que lo que no mata engorda, que de lo que se come se cría, y que hay muchos niños que pasan hambre, mientras que nosotros, afortunados primermundistas, podíamos y debíamos engullir hasta reventar.
Sigue habiendo niños hambrientos aunque ya no se lleve demasiado hablar de ello, pero también hay cada vez más niños obesos en los países desarrollados, lo que puede condenarlos a todo tipo de problemas de salud y, a la postre (nunca mejor dicho), a morir jóvenes.
Los sulfitos y otros conservantes de productos como salchichas, bacon o chorizo, provocan inflamación, enrojecimiento y envejecimiento de la piel
No toda la comida es buena, y no toda "engorda" de la misma manera. Aquí tienes unos cuantos alimentos y bebidas que deberías evitar, o consumir con especial moderación, si no quieres envejecer a más velocidad de la estrictamente necesaria, o parecer mayor de lo que eres al primer vistazo.
Comida rápidaNo es original, pero es cierto, sobre todo por culpa de las grasas trans resultantes de freír la comida con ciertos aceites vegetales. También presentes en las margarinas, los pasteles y las galletas saladas (entre otras comidas), contribuyen a procesos de inflamación crónicos que empeoran nuestro aspecto y nuestra salud.
La piel, una de las claves de una apariencia juvenil, se ve directamente afectada. Este tipo de ácidos grasos la hacen más vulnerable a los rayos del sol.
La obstrucción de las arterias y los vasos sanguíneos es otra consecuencia negativa de visitar demasiado el pasillo de precocinados del súper, las hamburgueserías y las pizzerías de saldo. Los niveles altos de colesterol, la carne roja y el sobrepeso en general se pagan: problemas coronarios, anginas de pecho y mayor riesgo de ataques cardíacos.
No toda la grasa es mala, ni mucho menos. Con moderación, el aceite de oliva, el de girasol o el de coco, entre otros, tienen buena prensa, no solo en nuestro país. Son siempre mejor crudos o en alimentos a la plancha que en freidora, elemento básico en toda comida rápida.
Carnes procesadasLos sulfitos y otras sustancias conservantes de productos industriales como salchichas, bacon, chorizo, etc., provocan problemas parecidos a los que las grasas trans. Inflamación (visible en nuestra piel), enrojecimiento y esa apariencia más curtida que asociamos inmediatamente a la vejez.
Además suelen ser ricas en sal, así que retendrás más líquidos y te hincharás. Dos problemas estéticos por el precio de uno.
Ideal cada día como suicidio lento. (Corbis)Aun las mejores carnes pueden tener un efecto parecido cuando se queman. Si haces barbacoa evita comerte los trozos muy tostados: se ha comprobado que contienen hidrocarburos contaminantes que envejecen, afectando al colágeno de la piel. Y algo más sorprendente: también sucede con las tostadas. Tómalas más bien blancas y serán más sanas.
AzúcarAdemás de engordar y ser fatal para la dentadura si no se vigila, el azúcar provoca glicación, un proceso químico que origina sustancias tóxicas relacionadas directamente con el envejecimiento acelerado.
Una dieta rica en azúcares provoca arrugas en la piel, diabetes, problemas renales y enfermedades cardiovasculares. Lo contrario a la juventud. Evitarlo es complicado porque casi todo lo que compramos hecho lleva varias fuentes de dulzor peligrosas que van sumando. Ante la duda, baja cuanto antes el consumo de fructosa (no la de la fruta, sino la de los jarabes que encontrarás en cientos de etiquetas), sacarosa y glucosa, que provocan picos de glucemia especialmente intensos y caries poco favorecedoras.
La sal hace que retengamos líquidos y aumenta la tensión arterial. Está relacionada con problemas vasculares y de circulación y favorece la celulitis
Si dejas el tabaco, otro conocido agente envejecedor, no lo sustituyas por bollería industrial, ni por refrescos: una fuente de azúcar más escondido que podría ser, según la revista 'Time', tan eficaz como fumar a la hora de quitarnos años de vida.
SalPatatas fritas, palomitas, aperitivos y en general cualquier plato con grandes cantidades de sodio son por definición opciones a evitar. Intenta dar sabor por otros medios: vinagre, limón, especias... y evitarás problemas a largo plazo.
El sodio hace que retengamos líquidos, y aumenta la tensión arterial. Está relacionado con problemas vasculares y de circulación, y para colmo favorece la celulitis, que también es un signo de la edad. Es necesario tomar sales, como ocurre con el azúcar, pero el problema es que ya están presentes en muchos productos que compramos. 'The List' informa de que, literalmente, acelera el envecimiento de las células y aumenta las probabilidades de sufrir una enfermedad cardíaca.
CaféAunque no es la fuente de problemas graves que muchos creíamos hace unas décadas, el café en exceso puede envejecernos por culpa de la deshidratación.
Hay otra consecuencia más, también relacionada con la sequedad (en este caso en la boca) que nos hace parecer menos lozanos: el mal aliento, aunque hay estudios contradictorios en esto. El café provoca que se reproduzcan bacterias que causan halitosis, pero según algunas fuentes es tan sencillo como tomar unos vasos de agua entre taza y taza.
También puede provocar manchas en los dientes, aunque esto no se debe tanto a tomar café como a no cepillarse después. Si no puedes hacerlo en el momento, te recomendamos que al menos bebas agua. Las bebidas calientes son peores para el esmalte, así que, si eres un bebedor compulsivo de café, te conviene tomarlo tibio para que tu dentadura amarilla no te haga parecer mayor de lo que eres.
MITOS Y VERDADES SOBRE EL ADELGAZAMIENTO.
Para adelgazar hay que hacer muchas comidas al día
Verdad. Es importante diferenciar entre distribuir la dieta equilibrada adecuada diaria en varias tomas y comer muchas veces al día sin control. La distribución de dieta en 4-6 tomas puede favorecer la saciedad entre las comidas para conseguir evitar la tendencia al picoteo entre horas y la realización de ingestas más abundantes en las comidas principales.
Las dietas de proteínas bajas en hidratos o que los eliminan son las mejores para perder peso
Mito. En líneas generales al clasificar las dietas de adelgazamiento nos encontramos con tres tipos principales: dieta equilibrada, dieta baja en grasas o dietas bajas en hidratos de carbono. La evidencia de que unas dietas sean mejor que otras son controvertidas.
De esta manera la dieta baja en hidratos de carbono ha mostrado una mayor pérdida de peso a corto plazo pero al analizarla a largo plazo tiene un efecto similar a la dieta de restricción de grasas. Por otra parte, las dietas muy limitadas en la cantidad de hidratos de carbono pueden producir efectos secundarios como halitosis, cefalea, estreñimiento, calambres y malestar general.
Si hago mucho ejercicio puedo comer lo que quiera o no necesito hacer dieta
Mito. La realización de ejercicio produce una estimulación del apetito por lo que existe una tendencia al consumo de mayor cantidad de alimentos, en general hipercalóricos. En el caso de las dietas de adelgazamiento, este impulso fisiológico puede ser perjudicial dado que este incremento de la ingesta puede anular el efecto beneficioso del ejercicio sobre el peso e incluso estimular la ganancia.
En la realización de dietas de adelgazamiento se recomienda un ajuste de la alimentación hacia una dieta equilibrada ajustada al gasto energético del individuo, junto con un ejercicio adecuado a la situación física. No es conveniente excluir ninguna de las dos circunstancias, pues se puede perder su efecto beneficioso.
El té quema grasas
Mito. Las distintas moléculas que componen el té no tienen ninguna evidencia sobre el consumo preferente de grasas en el cuerpo humano. Si bien es verdad que esta infusión pueden tener un papel beneficioso sobre la salud debido a su contenido en antioxidantes y su papel sobre la saciedad en la realización de dietas de adelgazamiento.
Las dietas exprés funcionan
Las dietas exprés pueden tener un efecto sobre la pérdida de peso en determinadas personas a corto plazo. El problema se halla en que estas dietas suelen ser muy desequilibradas nutricionalmente y monótonas por lo que a largo plazo son difíciles de seguir y normalmente se asocian a ceses bruscos de las mismas produciendo una re-ganancia muy importante conocida como “efecto rebote”.
Los alimentos light no engordan
Mito. Los alimentos light vienen definidos porque existe un alimento de referencia “no light” con una carga calórica mayor que ellos. Esto no significa que estos alimentos no engorden si no que al menos tienen un valor calórico un 30 por ciento menor que el alimento de referencia.
Es muy importante revisar el etiquetado nutricional de estos alimentos pues si bien en algunos casos el contenido energético es cercano a 0, en otros tienen una cantidad calórica elevada pero menor que la del alimento de referencia.
No cenar es la forma más rápida de adelgazar
Mito. Como se ha comentado previamente, la distribución de la dieta en varias tomas es beneficiosa para la pérdida de peso. Por tanto, la eliminación selectiva de comidas, tiene un efecto negativo sobre la saciedad y puede producir el aumento de la ingesta en el resto de las comidas del día.
Beber agua en las comidas engorda
Mito. El agua es un líquido acalórico por tanto independientemente del momento del día en el que se tome no debería ocasionar ganancia de peso. De la misma manera el aporte de agua durante las comidas produciría una sensación mayor de plenitud y, en condiciones normales, nos haría ingerir menor cantidad de alimento. Por tanto el agua en las comidas más que engordar podría condicionar un menor aporte calórico.
Para adelgazar hay que pasar hambre
Mito. No es necesario pasar hambre para engordar. Para evitar esta sensación de hambre en la realización de dietas de adelgazamiento es preciso elegir alimentos con baja densidad calórica, es decir, aquellos que aporten pocas calorías en un volumen alto. De la misma manera la distribución en varias comidas puede ser beneficiosa. Este patrón dietético suelen aumentar la sensación de saciedad y disminuir el hambre.
El agua caliente elimina grasa
Mito. El consumo calórico por parte del cuerpo humano se basa en la actividad física, la energía utilizada en los procesos vitales y la propia energía obtenida de la metabolización de los alimentos. El agua con mayor temperatura que la corporal estabiliza su temperatura al entrar en el cuerpo. Por esta razón la temperatura a la que se bebe el agua no influye sobre la degradación de la grasa corporal.
Durante las dietas no se puede consumir azúcar
Verdad a medias. El azúcar en pequeñas cantidades no interfiere sobre el desarrollo de las dietas. La única precaución que se recomienda en las guías de las diferentes sociedades es el consumo de menos de un 10 por ciento del total de calorías de la dieta diarias.
Si eres vegetariano engordas menos
Mito. Entre los alimentos vegetales se encuentran algunos de los alimentos con menos valor calórico que hay. Pero, de la misma manera, la mayor parte de las grasas utilizadas en la cocina española son vegetales.
Por tanto, el hecho de realizar una dieta vegetariana no exime de poder engordar y es necesaria la realización de una combinación equilibrada de los distintos alimentos vegetales para no ganar peso.
La carne roja es mala para la salud
Mito. Como ocurre con la mayor parte de los alimentos la carne roja consumida de una manera equilibrada no produce ningún perjuicio para la salud.
Las recomendaciones de las distintas sociedades incluyen entre 1 y 3 raciones de carne roja a la semana debido al aporte de nutrientes asociados a la misma, predominantemente proteínas de alto valor biológico, hierro y vitamina B12.
Comer frente al televisor engorda
Verdad. El hecho de ver la televisión en sí no tiene por qué engordar pero, si mientras comemos estamos distraídos viendo la televisión tenemos una tendencia a una ingesta más rápida y, por tanto, mayor antes de saciarnos.
No masticar bien engorda
Verdad. El fenómeno de la masticación además de facilitar la digestión del alimento y su tolerancia influye sobre la saciedad a través de distintos factores neuro-hormonales. Por tanto, si no masticamos bien y comemos más rápido probablemente nos llenemos con menos facilidad e ingiramos más cantidad de alimento lo que nos puede llevar a ganar peso.
Fecha: 07.11.2016
Para adelgazar hay que hacer muchas comidas al día
Verdad. Es importante diferenciar entre distribuir la dieta equilibrada adecuada diaria en varias tomas y comer muchas veces al día sin control. La distribución de dieta en 4-6 tomas puede favorecer la saciedad entre las comidas para conseguir evitar la tendencia al picoteo entre horas y la realización de ingestas más abundantes en las comidas principales.
Las dietas de proteínas bajas en hidratos o que los eliminan son las mejores para perder peso
Mito. En líneas generales al clasificar las dietas de adelgazamiento nos encontramos con tres tipos principales: dieta equilibrada, dieta baja en grasas o dietas bajas en hidratos de carbono. La evidencia de que unas dietas sean mejor que otras son controvertidas.
De esta manera la dieta baja en hidratos de carbono ha mostrado una mayor pérdida de peso a corto plazo pero al analizarla a largo plazo tiene un efecto similar a la dieta de restricción de grasas. Por otra parte, las dietas muy limitadas en la cantidad de hidratos de carbono pueden producir efectos secundarios como halitosis, cefalea, estreñimiento, calambres y malestar general.
Si hago mucho ejercicio puedo comer lo que quiera o no necesito hacer dieta
Mito. La realización de ejercicio produce una estimulación del apetito por lo que existe una tendencia al consumo de mayor cantidad de alimentos, en general hipercalóricos. En el caso de las dietas de adelgazamiento, este impulso fisiológico puede ser perjudicial dado que este incremento de la ingesta puede anular el efecto beneficioso del ejercicio sobre el peso e incluso estimular la ganancia.
En la realización de dietas de adelgazamiento se recomienda un ajuste de la alimentación hacia una dieta equilibrada ajustada al gasto energético del individuo, junto con un ejercicio adecuado a la situación física. No es conveniente excluir ninguna de las dos circunstancias, pues se puede perder su efecto beneficioso.
El té quema grasas
Mito. Las distintas moléculas que componen el té no tienen ninguna evidencia sobre el consumo preferente de grasas en el cuerpo humano. Si bien es verdad que esta infusión pueden tener un papel beneficioso sobre la salud debido a su contenido en antioxidantes y su papel sobre la saciedad en la realización de dietas de adelgazamiento.
Las dietas exprés funcionan
Las dietas exprés pueden tener un efecto sobre la pérdida de peso en determinadas personas a corto plazo. El problema se halla en que estas dietas suelen ser muy desequilibradas nutricionalmente y monótonas por lo que a largo plazo son difíciles de seguir y normalmente se asocian a ceses bruscos de las mismas produciendo una re-ganancia muy importante conocida como “efecto rebote”.
Los alimentos light no engordan
Mito. Los alimentos light vienen definidos porque existe un alimento de referencia “no light” con una carga calórica mayor que ellos. Esto no significa que estos alimentos no engorden si no que al menos tienen un valor calórico un 30 por ciento menor que el alimento de referencia.
Es muy importante revisar el etiquetado nutricional de estos alimentos pues si bien en algunos casos el contenido energético es cercano a 0, en otros tienen una cantidad calórica elevada pero menor que la del alimento de referencia.
No cenar es la forma más rápida de adelgazar
Mito. Como se ha comentado previamente, la distribución de la dieta en varias tomas es beneficiosa para la pérdida de peso. Por tanto, la eliminación selectiva de comidas, tiene un efecto negativo sobre la saciedad y puede producir el aumento de la ingesta en el resto de las comidas del día.
Beber agua en las comidas engorda
Mito. El agua es un líquido acalórico por tanto independientemente del momento del día en el que se tome no debería ocasionar ganancia de peso. De la misma manera el aporte de agua durante las comidas produciría una sensación mayor de plenitud y, en condiciones normales, nos haría ingerir menor cantidad de alimento. Por tanto el agua en las comidas más que engordar podría condicionar un menor aporte calórico.
Para adelgazar hay que pasar hambre
Mito. No es necesario pasar hambre para engordar. Para evitar esta sensación de hambre en la realización de dietas de adelgazamiento es preciso elegir alimentos con baja densidad calórica, es decir, aquellos que aporten pocas calorías en un volumen alto. De la misma manera la distribución en varias comidas puede ser beneficiosa. Este patrón dietético suelen aumentar la sensación de saciedad y disminuir el hambre.
El agua caliente elimina grasa
Mito. El consumo calórico por parte del cuerpo humano se basa en la actividad física, la energía utilizada en los procesos vitales y la propia energía obtenida de la metabolización de los alimentos. El agua con mayor temperatura que la corporal estabiliza su temperatura al entrar en el cuerpo. Por esta razón la temperatura a la que se bebe el agua no influye sobre la degradación de la grasa corporal.
Durante las dietas no se puede consumir azúcar
Verdad a medias. El azúcar en pequeñas cantidades no interfiere sobre el desarrollo de las dietas. La única precaución que se recomienda en las guías de las diferentes sociedades es el consumo de menos de un 10 por ciento del total de calorías de la dieta diarias.
Si eres vegetariano engordas menos
Mito. Entre los alimentos vegetales se encuentran algunos de los alimentos con menos valor calórico que hay. Pero, de la misma manera, la mayor parte de las grasas utilizadas en la cocina española son vegetales.
Por tanto, el hecho de realizar una dieta vegetariana no exime de poder engordar y es necesaria la realización de una combinación equilibrada de los distintos alimentos vegetales para no ganar peso.
La carne roja es mala para la salud
Mito. Como ocurre con la mayor parte de los alimentos la carne roja consumida de una manera equilibrada no produce ningún perjuicio para la salud.
Las recomendaciones de las distintas sociedades incluyen entre 1 y 3 raciones de carne roja a la semana debido al aporte de nutrientes asociados a la misma, predominantemente proteínas de alto valor biológico, hierro y vitamina B12.
Comer frente al televisor engorda
Verdad. El hecho de ver la televisión en sí no tiene por qué engordar pero, si mientras comemos estamos distraídos viendo la televisión tenemos una tendencia a una ingesta más rápida y, por tanto, mayor antes de saciarnos.
No masticar bien engorda
Verdad. El fenómeno de la masticación además de facilitar la digestión del alimento y su tolerancia influye sobre la saciedad a través de distintos factores neuro-hormonales. Por tanto, si no masticamos bien y comemos más rápido probablemente nos llenemos con menos facilidad e ingiramos más cantidad de alimento lo que nos puede llevar a ganar peso.
Fecha: 07.11.2016